El Secreto del Bosque
En un bosque encantado, habitaban una liebre llamada Lila y un lobo llamado Lucho. Lila era una liebre inquieta y juguetona, siempre saltando de un lado a otro. Lucho, por otro lado, era un lobo un tanto grosero que disfrutaba asustar a Lila cada vez que la veía.
Una mañana, mientras Lila estaba buscando flores, sintió la sombra de Lucho acercándose. Con un salto nervioso, exclamó:
- ¡Ay, Lucho! ¿Por qué siempre tienes que asustarme?
- Porque es divertido, Lila. Además, ¿a quién le importa una liebre como vos? - respondió Lucho, riendo mientras se alejaba.
Los días pasaban y Lucho seguía molestando a Lila, quien decidía ignorarlo. Un día, mientras jugaba cerca de un arroyo, Lila oyó un fuerte ruido. Alarmada, se asomó y vio a Lucho que había caído en la trampa de un cazador. El lobo, visiblemente asustado, gritaba por ayuda:
- ¡Lila! ¡Ayúdame! Estoy atrapado.
Lila, un poco renuente al comienzo, pensó en sus travesuras y en cómo siempre la había asustado, pero al verlo tan angustiado, sintió un cosquilleo raro en su interior.
- No sé si debería, Lucho. Siempre me molestás. - contestó, dubitativa.
- Por favor, Lila. Esta trampa es muy dolorosa. - dijo Lucho, con lágrimas en los ojos.
Finalmente, la liebre decidió ayudarlo. Con un par de saltos, se acercó a la trampa y comenzó a morder las cuerdas que la mantenían cerrada. Después de unos minutos que parecieron eternos, el lobo finalmente fue liberado.
- Gracias, Lila. No sé qué hubiera hecho sin vos - dijo Lucho, mientras se levantaba con dificultad.
- No te emociones, no lo hice por vos, lo hice porque era lo correcto. - respondió Lila, intentando esconder su alegría al ayudarlo.
A partir de ese día, Lucho, quien empezó a sentirse agradecido, decidió cambiar su actitud. Curlió a Lila para compartir historias y aventuras. Sin embargo, tras unos días, Lucho comenzó a sentirse mal. Así, un día se acercó a Lila, visiblemente débil.
- Lila, creo que estoy enfermo. No puedo ni salir de mi cueva. - dijo Lucho, con voz apagada.
- ¿En serio? - se sorprendió Lila.
- Sí, y no sé qué hacer. - agregó Lucho, rascándose la cabeza.
Lila, a pesar de todo lo que había pasado, sintió un nuevo impulso de ayudar. Recordando los días de travesuras, decidió que era la hora de devolverle la mano a aquel que ahora la valoraba.
- No te preocupes, yo te ayudaré, Lucho. Te haré una sopa deliciosa que te hará sentir mejor. - dijo Lila con una sonrisa.
De inmediato, se puso a buscar los ingredientes: zanahorias frescas, hojas de espinaca y un poco de agua del arroyo. Preparó la sopa con todo su amor. El lobo, cuando probó la sopa, su rostro se iluminó de alegría.
- Mmm, ¡deliciosa! No sabía que una liebre podía ser tan buena cocinera. - exclamó Lucho.
- Lo importante es que aprendiste a valorar la amistad. No se trata solo de asustar. - dijo Lila, sintiéndose feliz.
Con el tiempo, Lucho se recuperó y decidió no volver a molestar a Lila. En manera de disculpa, le propuso hacer un pacto de amistad.
- Desde hoy, seremos amigos y te prometo no asustarte nunca más. - dijo Lucho, con sinceridad.
- ¡Trato hecho! - respondió Lila, danzando con alegría.
A partir de ese momento, Lila y Lucho se volvieron inseparables. Juntos exploraron el bosque, compartieron risas y vivieron aventuras increíbles. Ambos aprendieron que las diferencias no importan, y que lo más valioso es la amistad y el respeto.
Y así, en el secreto del bosque, una liebre y un lobo se convirtieron en los mejores amigos y vivieron felices por siempre, dejando atrás la angustia y el miedo, recordando siempre que la verdadera amistad se construye con comprensión y amor.
FIN.