El Secreto del Bosque de los Dragones



En un rincón mágico del mundo, donde las montañas tocaban el cielo y los árboles susurraban secretos, había un bosque encantado. Este bosque era hogar de dragones, pero no eran dragones comunes; estos dragones eran de colores brillantes y tenían la habilidad de hablar con los niños y los pequeños insectos que vivían allí.

Un día soleado, un grupo de niños del pueblo cercano decidió aventurarse en el bosque. Entre ellos estaban Lola, una niña curiosa; Tomás, un niño valiente; y Sofía, una amante de los insectos.

"¿Creen que existan dragones de verdad?" - preguntó Sofía, mientras iban caminando.

"¡Definitivamente!" - respondió Tomás, con una sonrisa.

"No sé, me parece un poco exagerado" - dijo Lola. Sin embargo, su corazón latía con emoción.

Al poco tiempo, los niños llegaron a una pradera llena de flores y, de repente, un destello dorado iluminó el aire. Se acercaron sigilosamente y se encontraron con un dragón de escamas relucientes, que parecía estar intentando hacer un nido.

"¡Hola! No tengan miedo. Soy Dulcis, un dragón de luz" - dijo el dragón, mientras se giraba hacia ellos.

"¡Increíble! ¡Habló!" - exclamó Sofía, maravillada.

"Vine aquí porque necesito ayuda. Mis amigos, los insectos del bosque, están teniendo problemas para encontrar comida. Algunos de ellos están muy tristes y eso me afecta mucho" - explicó Dulcis con un susurro de tristeza.

"¿Cómo podemos ayudar?" - preguntó Lola, ahora con una gran determinación.

Dulcis sonrió. "Si todos los niños del pueblo vienen y ayudan a recoger flores y frutos, podremos llenar la despensa de los insectos, y así volverán a estar felices".

Los niños fueron al pueblo y, con entusiasmo, contaron a sus amigos sobre el dragón y los insectos en apuros. Juntos, organizaron un gran día de recolección, donde todos llevaron cestas y sonrisas.

Cuando regresaron al bosque, trabajaron en equipo. Mientras recolectaban flores, notaron algo fascinante. Las mariposas danzaban a su alrededor y los pequeños grillos cantaban.

"¡Miren! Están felices porque estamos ayudando" - dijo Tomás, lleno de alegría.

Poco a poco, lograron reunir muchas flores y frutos. Mientras se hacían amigos de los insectos del bosque, aprendieron sobre la importancia de cuidar la naturaleza.

Finalmente, cuando todo estuvo listo, regresaron a donde estaba Dulcis.

"Lo logramos, aquí están todos estos regalos para tus amigos" - exclamó Lola, orgullosa.

Dulcis sonrió de oreja a oreja. "¡Son los mejores! Ustedes no solo han ayudado a mis amigos, sino que también han aprendido lo importante que es cuidar nuestro hogar".

De repente, un grupo de abejas se acercó y, con una danza alegre, se dirigieron a las flores traídas por los niños.

"¡Miren, las abejas están contentas!" - dijo Sofía, mientras las observaba volar.

Mientras los insectos disfrutaban, una enorme mariposa violeta voló sobre ellos.

"Gracias a todos, el bosque está lleno de vida otra vez, y les prometo que cada vez que necesiten un amigo en este bosque, pueden contar conmigo" - dijo Dulcis.

Los niños se despidieron del dragón, sabiendo que se habían hecho amigos para siempre. Desde ese día, cada vez que pasaban cerca del bosque, sonreían al recordar la aventura que tuvieron y el importante trabajo en equipo que realizaron, aprendiendo que la amistad y el cuidado por la naturaleza son tesoros valiosos.

Así, cada año, los niños del pueblo visitaban el bosque, ayudaban a los insectos y se aseguraban de que la magia de la naturaleza nunca se apagara. Y todo comenzó con un dragón, un grupo de niños valientes y la unión de sus corazones.

FIN.

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