El Secreto del Campo Colorido



En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, vivía un niño llamado Tomás. Tenía una gran curiosidad por el mundo que lo rodeaba, especialmente por la granja de su abuelo. Un día, decidido a hacer algo diferente, se armó de valor y se fue a explorar. Mientras paseaba por el campo, se encontró con un grupo de animales que estaban teniendo una conversación muy animada.

"¡Hola, chicos! ¿Qué hacen aquí tan temprano?" - preguntó Tomás, sorprendido al ver a una vaca, un gallo y un pato hablando entre sí.

"¡Hola, humano!" - contestó la vaca, que se llamaba Lola. "Estamos planeando una gran fiesta del campo, pero nos falta algo muy importante."

"¿Qué necesitan?" - preguntó Tomás, intrigado.

"Un arcoíris de colores. Necesitamos que el cielo sea brillante y divertido para que todos los animales del campo se sientan alegres. Pero somos solo animales y no sabemos cómo hacerlo." - explicó el gallo, que se llamaba Rufus.

Tomás sonrió y dijo: "¡Yo sé cómo hacer una fiesta! Pero necesitamos más que solo colores. También necesitamos música y juegos."

Los animales se miraron emocionados. "¡Sí! Pero, ¿cómo vamos a conseguir todo eso?" - preguntó el pato, que se llamaba Patricio.

Tomás pensó un momento y luego tuvo una gran idea. "Podemos unir todas nuestras habilidades. Yo puedo tocar la guitarra y ustedes pueden ayudarme a encontrar a los demás animales del campo. Cada uno puede aportar algo especial."

Rufus aplaudió con sus alas. "¡Eso suena genial! Yo puedo cantar y ayudar a llamar a todos los demás."

Patricio dijo: "Y yo puedo dirigir a los animales en los juegos. ¡Va a ser una fiesta increíble!"

Así, Tomás y sus nuevos amigos se pusieron a trabajar. Primero, Rufus voló alto y comenzó a cantar, llamando a todos los animales. En poco tiempo, llegó el cerdo, las ovejas, y hasta los caballos del establo.

"¡Hola a todos! Venimos a tener una fiesta. Tomás nos está ayudando a crear un arcoíris para alegrar el cielo. ¡Necesitamos su ayuda!" - anunció Rufus.

Los animales estaban encantados con la idea y rápidamente comenzaron a colaborar. Las ovejas trajeron flores coloridas, el cerdo aportó unos globos bien grandes, y los caballos más fuertes ayudaron a construir un gran escenario en el campo.

Pero cuando todo parecía ir sobre ruedas, una nube oscura apareció en el cielo y empezó a llover. Todos los animales se preocuparon. "¿Qué vamos a hacer ahora?" - preguntó Lola, asustada.

Tomás les respondió, tratando de mantener su espíritu alto. "No se preocupen, chicos. Esto puede ser una oportunidad. ¡Podemos usar la lluvia para crear un arcoíris natural! ¡Ven!"

Los animales se miraron un poco escépticos. "¿Un arcoíris con lluvia?" - preguntó Patricio.

"Sí, a veces las cosas no salen como uno quiere, pero eso puede llevar a algo aún mejor. Mientras más brillantes seamos, mejor será el arcoíris. ¡Cantemos y bailemos bajo la lluvia!" - animó Tomás.

Los animales empezaron a seguir el ejemplo de Tomás. Primero, se unieron en un gran círculo, empezaron a saltar, a bailar y a cantar. Pronto, el campo estaba lleno de risas y música, y la lluvia caía como un suave manto sobre ellos.

Y lo que pasó fue mágico. Con cada nota cantada, el sol comenzó a asomar tímidamente entre las nubes, dejando caer su luz dorada. Poco a poco, un hermoso arcoíris surgió, iluminando todo el campo.

Todos los animales quedaron asombrados y empezaron a aplaudir. "¡Mirá, Tomás! ¡El arcoíris está aquí!" - gritó Rufus emocionado.

Tomás sonrió, satisfecha. "Lo hicimos juntos. Cada uno de ustedes aportó algo especial. ¡Esto es un verdadero arcoíris del campo!"

Esa tarde, todos compartieron una fiesta inolvidable, llena de juegos, canciones y colores. Aprendieron que, aunque a veces las cosas no salen como uno espera, el trabajo en equipo, la creatividad y la alegría pueden hacer que lo inesperado se convierta en algo maravilloso. Todos se despidieron, con la intención de hacer de esa fiesta una tradición y celebraron cada año juntos en el campo.

Cuando Tomás regresó a casa, se sintió siempre más conectado con el campo y sus animales amigos.

"¡No puedo esperar para volver el año que viene!" - pensó mientras sonreía al recordar la magia de la fiesta. Y así, desde aquel día, cada vez que miraba al cielo y veía un arcoíris, recordaba la increíble aventura que vivió y cómo juntos, con trabajo en equipo, hicieron de un día lluvioso una celebración llena de esperanza y felicidad.

FIN.

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