El secreto del carpintero


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un niño llamado Mateo que se sentía triste y frustrado porque no podía pronunciar el sonido —"r" .

Cada vez que intentaba decir palabras como —"perro"  o —"carro" , solo lograba emitir un sonido extraño que lo hacía sentir diferente de los demás niños. Un día, Mateo decidió hablar con su abuelita Rosa, una mujer sabia y amorosa que siempre tenía las palabras adecuadas para reconfortarlo.

"Abuelita, ¿por qué no puedo decir la letra —"r"  como los otros niños? ¡Me siento tan mal!", le confesó Mateo entre lágrimas. Rosa acarició tiernamente la cabeza de su nieto y le dijo:"No te preocupes, querido Mateo.

Todos somos diferentes y especiales a nuestra manera. Lo importante no es cómo hablas, sino lo que tienes en tu corazón". Sin embargo, la tristeza de Mateo persistía.

Hasta que un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, escuchó unos sonidos melodiosos provenientes de un árbol cercano. Se acercó con curiosidad y descubrió a un pájaro carpintero martillando en busca de comida. "¡Qué hermoso sonido hace ese pájaro al golpear el árbol! Es único y especial", pensó Mateo maravillado.

Fue entonces cuando una idea brillante cruzó por su mente. Decidió practicar imitando el sonido del pájaro carpintero para pronunciar la letra —"r" .

Con paciencia y dedicación, poco a poco fue mejorando su pronunciación hasta lograr decir palabras como "ratón" o —"ramas"  sin dificultad. Orgulloso de sus avances, Mateo corrió a mostrarle a su abuelita Rosa lo aprendido. "¡Abuelita! ¡Mira todo lo que he logrado gracias al pájaro carpintero! Ya puedo decir la —"r"  correctamente", exclamó emocionado.

Rosa lo abrazó con alegría y admiración. "¡Qué valiente eres, querido Mateo! Has demostrado que con esfuerzo y creatividad se pueden superar los desafíos. Siempre recuerda ser tú mismo y nunca dejar de intentarlo".

Desde ese día, Mateo comprendió que ser diferente era algo maravilloso y único. Y cada vez que escuchaba el canto del pájaro carpintero recordaba la importante lección aprendida: las diferencias nos hacen especiales y únicos en este mundo lleno de diversidad.

Y así, entre risas y juegos con sus amigos en Villa Alegre, Mateo siguió creciendo feliz siendo fiel a sí mismo.

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