El Secreto del Corazón



En una pequeña y colorida escuela de barrio, donde cada rincón estaba adornado con bellos dibujos de los chicos, María y Cristian eran dos amigos inseparables. Siempre jugaban juntos en el recreo, compartían sus meriendas y se ayudaban con las tareas. Pero un día, algo cambió. María comenzó a notar que su corazón se aceleraba cada vez que Cristian le sonreía.

María decidió confesarle a su mejor amiga, Sofía, lo que sentía.

"Sofi, creo que me gusta Cristian. ¡No sé qué hacer!"

Sofía, con una sonrisa pícara, le respondió:

"¡Eso es genial! Pero, ¿estás segura de que quieres que se entere? ¿Y si se ríe de vos?"

María empezó a dudar. Decidió que lo mejor sería mantenerlo en secreto, así no corría el riesgo de perder a su amigo.

Mientras tanto, Cristian también empezaba a sentir algo especial por María, pero no sabía cómo decírselo. Cada vez que la veía reír, le daba un vuelco el corazón. El chico decidió hablar con su primo, Lucas, buscando consejos.

"Lucas, creo que me gusta María. Pero no quiero que se entere, tengo miedo de arruinar nuestra amistad."

Lucas, animándolo, le dijo:

"¡Dale, amigo! Si te gusta, tenés que decírselo. Pero no ahora, espera un poco."

Y así, ambos continuaron con su vida escolar, compartiendo secretos y risas, sin darse cuenta de que la comunicación era la clave para entenderse.

Días después, la maestra organizó un concurso de arte en el que todos debían presentar algo especial. María decidió pintar un hermoso paisaje con el sol brillando, mientras que Cristian optó por hacer una escultura con materiales reciclados. Ambos querían que su obra fuese la mejor, pero lo que realmente deseaban era que el otro estuviera orgulloso.

El día de la exposición, la escuela estaba llena de padres y alumnos. María, con su pintura en la mano, no pudo evitar buscar con la mirada a Cristian. Cuando por fin lo vio, su corazón se llenó de alegría. Cristian, al verla tan feliz, se sintió inspirado y decidió sorprenderla.

"María, tu pintura es increíble. Me encanta cómo usaste los colores."

"Gracias, Cristian. Pero la tuya es aún mejor. Esa escultura tiene mucha vida."

A medida que sus miradas se cruzaban, ambos se dieron cuenta de que, aunque era un secreto, sus corazones hablaban por sí solos.

Poco a poco, ambos aprendieron a expresar sus sentimientos de formas no verbales; en cada mirada, en cada gesto, en cada cumplido. Las semanas pasaron y su amistad se hizo más fuerte, pero el secreto seguía guardado.

Una tarde, mientras paseaban por la plaza, Cristian decidió cambiar las cosas. Inspirado por el ambiente y su amor hacia María, se armó de valor y le dijo:

"María, hay algo que necesito decirte."

"¿Qué es, Cristian?"

"Creo que… me gustás."

El corazón de María se saltó de emoción. ¡Era justo lo que ella había querido oír!"¡Yo también, Cristian! Pero tenía miedo de que nuestra amistad se arruine."

Ambos se rieron al darse cuenta de que habían estado pensando lo mismo. Decidieron que, aunque el amor era un sentimiento hermoso, la amistad era aún más valiosa. Así que hicieron un pacto: ser amigos primero y luego explorar lo que sentían juntos.

Con el tiempo, la relación entre ellos se hizo más hermosa. Aprendieron que los secretos pueden ser pesados, pero los sentimientos sinceros siempre traen alegría. Juntos, descubrieron que el amor crece en un ambiente de confianza y amistad, donde cada uno se puede expresar sin miedo.

La historia de María y Cristian se convirtió en un bello cuento en su escuela, donde todos aprendieron que el amor y la amistad van de la mano y que lo más importante es poder ser uno mismo, rodeado de personas que nos quieren tal como somos.

FIN.

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