El secreto del descanso



Había una vez una niña llamada Samantha, a quien le encantaba jugar a las escondidas. Su risa resonaba por toda la casa mientras se escondía detrás de los muebles y saltaba de un lugar a otro.

Sin embargo, Samantha tenía un pequeño problema: le costaba mucho conciliar el sueño por las noches. Un día, Samantha decidió que era hora de encontrar una solución para sus problemas de sueño.

Por lo tanto, decidió establecer una rutina diaria que la ayudaría a tener un descanso tranquilo y reparador. Cada mañana, Samantha se levantaba temprano con una sonrisa en su rostro.

Se estiraba como un gatito y luego se dirigía al baño para lavarse los dientes y peinarse el cabello. Después de eso, bajaba corriendo las escaleras hacia la cocina, donde su mamá ya estaba preparando el desayuno. "¡Buenos días, mamá!" -exclamó Samantha con alegría. "Buenos días, mi pequeña juguetona" -respondió su mamá-.

"Hoy tenemos panqueques calentitos para el desayuno". Samantha saboreó cada bocado mientras pensaba en todas las aventuras que tendría ese día. Una vez terminado su desayuno, se puso sus zapatillas favoritas y salió al jardín.

El jardín era su lugar favorito del mundo. Allí podía corretear entre las flores coloridas y escuchar el canto de los pájaros.

Cada día descubría algo nuevo en aquel rincón mágico: mariposas revoloteando entre los arbustos, hormigas trabajadoras construyendo sus caminos y caracoles deslizándose lentamente por el suelo. Después de jugar en el jardín durante un rato, Samantha sabía que era hora de hacer la siesta. Tomó una manta y se acostó en la sombra de un árbol.

Cerró los ojos y dejó que su mente volara hacia lugares imaginarios mientras se relajaba al ritmo del viento. Cuando despertó de su siesta, Samantha tenía un hambre voraz.

Se levantó y corrió hacia la casa, donde su mamá ya tenía listo un plato lleno de pasta con salsa. Mientras comía, Samantha le contaba a su mamá todas las cosas divertidas que había hecho ese día.

"Mamá, hoy encontré una mariquita en el jardín y me escondí detrás del rosal para que no me viera" -dijo emocionada. "Eso suena muy divertido, cariño" -respondió su mamá con una sonrisa-. "Me alegra verte tan contenta". Después de cenar, Samantha se preparaba para ir a dormir.

Antes de acostarse, tomaba un baño caliente que la relajaba aún más. Luego se cepillaba los dientes con cuidado y subía a la cama envuelta en sus sábanas favoritas.

Samantha cerraba los ojos e imaginaba estar jugando a las escondidas en un mundo lleno de magia y aventuras. Poco a poco, sentía cómo el sueño comenzaba a invadir sus pensamientos hasta quedarse profundamente dormida. Con el tiempo, Samantha descubrió que al establecer una rutina diaria y seguir sus pasos, podía conciliar el sueño más fácilmente.

Su amor por las escondidas seguía intacto, pero ahora sabía que para disfrutar plenamente del juego, también necesitaba un buen descanso. Y así, Samantha aprendió la importancia de cuidar su cuerpo y tener hábitos saludables.

Cada noche, se sumergía en un mundo de sueños lleno de diversión y aventuras gracias a sus actividades diarias. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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