El Secreto del Dragón de Limoncito
En un pequeño pueblo llamado Limoncito, rodeado de verdes colinas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Sofía. Sofía era una niña curiosa y aventurera, siempre en busca de nuevas experiencias. Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó un extraño sonido que venía de detrás de unos arbustos.
- ¿Quién está ahí? - preguntó Sofía, asomándose con cautela.
Para su sorpresa, descubrió un pequeño dragón de escamas doradas y ojos resplandecientes.
- ¡Hola! Soy Draki, el dragón de Limoncito - dijo el dragón con una voz suave.
- ¡Hola, Draki! - respondió Sofía, emocionada. - ¿Qué haces aquí?
- Estoy buscando una hoja especial que se encuentra en la cima de la montaña. Solo con esa hoja puedo regresar a mi hogar en el Valle de los Dragones - explicó Draki, con un brillo de tristeza en los ojos.
- ¡Yo te ayudaré! - exclamó Sofía, decidida a ayudar a su nuevo amigo.
Ambos se pusieron en marcha, cada uno dando lo mejor de sí. A medida que subían la montaña, el camino se volvía más difícil. Encontraron un río caudaloso que les impedía pasar.
- No puedo cruzar, soy muy pequeño - dijo Draki desanimado.
- ¡Esperá! - dijo Sofía. - Tal vez podamos construir un puente con ramas y piedras.
Juntos, recogieron materiales y construyeron un puente fuerte y seguro. Cruzaron el río y continuaron su aventura. A medida que ascendían, el clima se tornó más frío y los vientos comenzaron a arremeter.
- ¿Y si no lo logramos? - preguntó Draki con nervio.
- ¡No te preocupes! - animó Sofía. - Juntos podemos hacerlo. Yo creo en nosotros.
Con renovada confianza, siguieron su camino. Finalmente, llegaron a la cima de la montaña, donde florecían hermosas plantas y, en el centro, estaba la hoja dorada que Draki tanto necesitaba.
- ¡Lo logramos! - gritó Draki, saltando de alegría. - Gracias, Sofía.
Antes de que Draki tomara la hoja, notaron que estaba rodeada de espinas afiladas.
- ¡Es peligroso! - dijo Sofía. - ¿Cómo la vamos a agarrar?
- Tal vez si trabajamos juntos podamos quitar las espinas - sugirió Draki.
Con paciencia y cuidado, Sofía y Draki removieron las espinas y lograron tomar la hoja dorada sin hacerse daño.
- ¡Hurra! ¡Ahora puedo volver a casa! - exclamó Draki, lleno de felicidad.
Antes de irse, el dragón miró a Sofía con gratitud.
- No solo me ayudaste a encontrar la hoja, también me enseñaste sobre la amistad y el trabajo en equipo.
- ¡Nunca te olvidaré, Draki! - dijo Sofía, con una sonrisa.
Ambos se despidieron, prometiendo que siempre serían amigos, sin importar la distancia. Draki voló alto en el cielo, mientras Sofía miraba con admiración. Desde ese día, Sofía entendió que, con determinación y la ayuda de un amigo, todo es posible. Y así, cada vez que miraba al cielo, sabía que su amigo dragón estaba allí, cuidando de ella desde las nubes.
Y así terminó la aventura de Sofía y Draki, donde aprendieron no solo a alcanzar metas, sino también sobre la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.
FIN.