El Secreto del Estanque Mágico



En un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de colores brillantes, había un estanque mágico donde los niños solían jugar felices. Un día soleado, un grupo de amigos decidió reunirse en el estanque: Sofía, Tomás, Valentina y Joaquín. La risa resonaba entre los árboles mientras jugaban a chapotear en el agua fresca.

"¡Miren, un pez!" gritó Tomás, apuntando al agua.

"¡Sí, es un pez dorado!" exclamó Sofía, fascinada.

"¡Vamos a atraparlo!" dijo Valentina, y todos comenzaron a intentar tomar el pez con sus manos.

Mientras hacían esto, Joaquín, que era un poco más reservado, se quedó mirando desde la orilla.

"Chicos, ¿no deberíamos dejarlo en paz?" preguntó con un tono esperanzado.

"Pero queremos jugar con él, Joaquín. ¡No te quedes ahí parado!" respondió Tomás, mientras saltaba al agua.

Joaquín se sintió un poco triste, pero decidió unirse a sus amigos. Sin embargo, un brillo de preocupación cruzó su rostro.

Más tarde, mientras se secaban al sol, encontraron una caja misteriosa flotando en el borde del estanque.

"¡Abrámosla!" dijo Valentina emocionada. Todos asintieron y abrieron la caja con curiosidad.

Dentro, encontraron un montón de piedras de colores y unas notas que decían: "Estas piedras traen buena suerte, pero solo si las usas con honestidad y amabilidad."

"¡Qué genial!" gritou Tomás, mientras recogía un puñado de piedras.

"¿Podemos quedarnos con ellas, para jugar?" agregó Sofía.

Entonces, Joaquín, recordando las palabras de la nota, dijo:

"Pero, ¿y si alguien más las necesita? No sabemos de dónde vienen."

Los amigos se miraron, y poco a poco, sus rostros se llenaron de duda.

"Es cierto, debemos ser honestos. Quizás alguien las está buscando." respondió Valentina.

Así que decidieron llevar la caja de vuelta a donde la encontraron. Mientras caminaban, escucharon un llanto suave cerca de un árbol. Eran unos conejitos que estaban buscando su tesoro.

"¡Hola!" dijo Sofía al acercarse. "¿Estás buscando algo?"

"Sí, nuestras piedras mágicas han desaparecido. Las necesitamos para jugar…" lloró uno de los conejitos.

Los amigos sonrieron al mirarse entre ellos, felices de haber tomado la decisión correcta.

"¡Nosotros las encontramos!" exclamó Joaquín.

"Aquí tienes, son todas tuyas." dijo Valentina con una gran sonrisa.

"¡Muchas gracias!" dijeron los conejitos mientras recibían las piedras.

En ese momento, el estanque comenzó a brillar y un arcoíris apareció en el cielo.

"¡Miren! El estanque nos premia por ser honestos!" gritó Tomás.

"La amistad y la honestidad nos hacen fuertes juntos, ¡como un arcoíris!" añadió Sofía.

Desde aquel día, los amigos no solo jugaron más, sino que aprendieron a siempre ser honestos y a cuidar de los demás.

Y así, el estanque mágico se llenó de risas, historias y la promesa de que la amistad verdadera siempre brilla como un arcoíris en el cielo.

FIN.

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