El secreto del hueso enterrado


Maxi y Lauti eran dos hermanos muy unidos que vivían en una casa con su tía Irene. Ella era una señora mayor, algo gruñona y no se llevaba muy bien con los niños.

Pero Maxi y Lauti la querían mucho igualmente. Un día, Maxi y Lauti decidieron hacerle un regalo a su tía Irene para alegrarla un poco: le compraron una planta bonita de hojas verdes y flores coloridas.

La pusieron en un lugar especial de la casa y le dijeron a su tía que debía cuidarla muy bien. Pero pasaron los días, las semanas, e incluso los meses, y la planta empezó a marchitarse.

La tía Irene no la regaba ni le hablaba, como si no existiera. Los niños estaban tristes al ver cómo la planta se iba muriendo poco a poco. Un día, mientras Maxi estaba jugando con Flora, su perra fiel, notó que ella se acercaba mucho a la planta marchita.

Flora olfateó las hojas secas y parecía preocupada por el estado de salud de la planta. "¿Qué pasa Flora? ¿Te gusta mi plantita?" preguntó Maxi.

Flora ladró emocionada como si quisiera decir "¡Sí! ¡Quiero ayudarla!" Maxi pensó que quizás Flora podía hacer algo para salvarla. "¿Crees que podrías hacer algo para salvarla?"Flora movió su cola rápidamente como diciendo "¡Sí! ¡Déjamelo a mí!"Maxi sonrió contento al ver lo entusiasmada que estaba Flora por ayudar.

Pero no sabía cómo podría hacerlo. "¿Qué podemos hacer para salvar la plantita, Flora?"Flora empezó a cavar en la tierra alrededor de las raíces de la planta y sacó un hueso que había enterrado allí hace unos días.

Maxi se dio cuenta de que el hueso estaba absorbiendo toda el agua y nutrientes del suelo, dejando a la planta sin nada.

Maxi y Lauti pusieron un plato debajo de la maceta para reagarrar el exceso de agua y cuidaron mucho más la planta. Con ayuda de Flora, lograron revivirla poco a poco.

La tía Irene notó que algo había cambiado en su casa cuando vio lo bonita que estaba su planta nuevamente, pero no comprendía por qué ahora estaba tan saludable. Un día, mientras ella tomaba su café en la sala, vio cómo Flora acariciaba con ternura las hojas verdes y flores coloridas de su planta.

"¡Oh! ¡Así que tú eres quien ha estado cuidando mi planta todo este tiempo!" exclamó sorprendida. A partir de ese día, tía Irene comenzó a prestarle más atención a sus sobrinos y también aprendió a valorar más las cosas pequeñas como una simple plantita.

Y gracias a Flora, todos aprendieron una gran lección sobre el amor incondicional hacia los seres vivos y la importancia del cuidado mutuo entre ellos.

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