El Secreto del Jardín Mágico



Había una vez en un pequeño pueblo, dos niñas llamadas Sofía y Valentina. Desde que tenían memoria, habían sido mejores amigas. Se conocían tan bien que podían adivinar lo que la otra pensaba. Sofía, con su cabello rizado y una sonrisa luminosa, era valiente y siempre estaba en busca de aventuras. Valentina, con sus trenzas y ojos curiosos, era más reflexiva y le gustaba resolver misterios.

Un día, mientras exploraban el viejo parque de su barrio, encontraron una puerta de madera cubierta de hiedra. Era pequeña y parecía llevar a otro mundo.

"¿Te imaginas que detrás de esta puerta haya un jardín mágico?" - preguntó Sofía, con los ojos brillantes de emoción.

"O tal vez un tesoro escondido" - respondió Valentina, intrigada.

Decidieron que al día siguiente volverían a intentar abrir la puerta. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que estaba entreabierta.

"¡Mirá, se abrió sola! ¿Te animás a entrar?" - exclamó Sofía.

Valentina dudó un momento, pero la curiosidad pudo más que el miedo. Ambas se asomaron y, al cruzar la puerta, se encontraron en un jardín iluminado por luces de colores brillantes. Flores que nunca habían visto antes llenaban el aire de un dulce aroma.

"¡Es hermoso!" - susurró Valentina, deslumbrada.

En el centro del jardín había un árbol gigante, y en sus ramas colgaban frutas que relucían como joyas.

"Vamos a probarlas, tienen una pinta increíble" - sugirió Sofía.

Sin pensar dos veces, comenzaron a recoger las frutas. Pero, mientras lo hacían, una voz suave resonó en el aire,

"¡Deténganse!"

Las niñas se congelaron. Del árbol apareció una criatura mágica, con alas brillantes y una sonrisa preocupada.

"Soy el guardián de este jardín. Esas frutas son muy especiales y sólo deben ser tomadas con un propósito. ¿Cuál es el suyo?"

Sofía se miró con Valentina, sintiendo que estaban en un dilema.

"Solo queríamos probarlas, no sabíamos que tenían significado..." - dijo Valentina, sintiéndose un poco culpable.

"Ser honesto fue lo correcto" - comentó Sofía, mirándola con complicidad.

La criatura sonrió.

"La honestidad es un valor muy importante. Si me dicen por qué querían las frutas, tal vez pueda ayudarlas.

"Queremos compartir un momento especial con nuestras familias." - respondió Sofía con sinceridad.

"Ah, ese es un bello propósito. Las frutas pueden hacer que sus seres queridos se sientan muy felices. Está bien, pueden llevarse algunas, pero siempre recuerden el valor de la honestidad y el amor en la amistad."

Sofía y Valentina sonrieron aliviadas. Recogieron unas pocas frutas y, en agradecimiento, prometieron nunca volver a entrar al jardín sin un motivo claro y a ser siempre honestas entre ellas.

Al salir, se abrazaron emocionadas.

"No puedo creer que tengamos un secreto, Sofía. Es nuestro jardín mágico ahora" - dijo Valentina.

"¡Sí! Pero lo más importante es que siempre estemos honestas la una con la otra. ¡Eso hace que nuestra amistad sea mágica!" - respondió Sofía.

Desde entonces, las niñas siempre recordaron su aventura en el jardín mágico y los valores de la amistad y la honestidad. Compartían sus secretos y hacían promesas de ser sinceras, sabiendo que eso les hacía más fuertes y unidas. Y así, el jardín, aunque solo lo visitaron una vez, se convirtió en un lugar especial en sus corazones, donde siempre brillaban la amistad y la honestidad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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