El secreto del limonero
Había una vez en un pintoresco barrio de Buenos Aires, una niña llamada Alicia.
Desde que era muy pequeña, había algo que le fascinaba más que nada en el mundo: el árbol de limón que crecía en el patio de su casa. Alicia pasaba horas y horas contemplando ese árbol tan especial. Le encantaba ver cómo las flores blancas se transformaban lentamente en frutos amarillos y jugosos.
Cada mañana, al despertar, corría hacia la ventana para saludar a su querido árbol y desearle buenos días. Un día, mientras Alicia estaba abrazando al árbol de limón con cariño, escuchó una vocecita dulce que provenía de sus ramas.
Era el espíritu del árbol que había decidido revelarse a ella. "¡Hola, querida Alicia! -dijo el espíritu del árbol con alegría-. He notado lo mucho que me admiras y he decidido concederte un deseo especial. "Alicia no podía creer lo que estaba escuchando.
¿Un deseo concedido por su amado árbol de limón? No podía imaginar algo más maravilloso. "¿De verdad puedo pedirte lo que quiera?" -preguntó emocionada.
"¡Por supuesto! Solo tienes que cerrar los ojos, pedirlo con todo tu corazón y yo haré todo lo posible por cumplirlo. " -respondió el espíritu del árbol. Después de pensarlo detenidamente, Alicia supo cuál era su deseo más profundo. Cerró los ojos con fuerza y pidió:"Quisiera tener la capacidad de ayudar a todos los seres vivos que lo necesiten.
"Al abrir los ojos, Alicia sintió una cálida energía recorrer todo su cuerpo.
De repente, se dio cuenta de que podía entender a los pájaros cuando cantaban, conversar con las plantas cuando susurraban al viento y hasta sentir la tristeza de las nubes cuando lloraban gotas de lluvia. Con su nuevo don, Alicia se propuso hacer del mundo un lugar mejor para todos.
Ayudaba a regar las plantas sedientas en el parque, cuidaba a los animales heridos que encontraba en su camino y consolaba a las personas tristes con palabras llenas de esperanza.
Un día, mientras caminaba por la plaza del barrio ayudando a quien lo necesitara, se encontró con un anciano muy sabio sentado bajo la sombra de un imponente roble. "Hola joven Alicia", dijo el anciano con una sonrisa amable. "He escuchado sobre tus increíbles habilidades para comunicarte con la naturaleza. Permíteme enseñarte algo importante".
El anciano le mostró a Alicia cómo cada ser vivo está conectado entre sí en un delicado equilibrio. Le explicó cómo sus acciones amorosas hacia todas las criaturas contribuían a fortalecer ese vínculo invisible pero poderoso.
Alicia comprendió entonces cuán valioso era su don y decidió seguir usándolo para hacer el bien en el mundo entero. Gracias al espíritu generoso del árbol de limón y al sabio consejo del anciano, descubrió su verdadera misión: ser una luz brillante de amor y comprensión para todos los seres vivos.
Desde ese día en adelante, cada vez que miraba al árbol de limón en su patio recordaba aquella maravillosa experiencia y renovaba su compromiso con la naturaleza y sus habitantes.
Y así fue como Alicia se convirtió en la guardiana amorosa del equilibrio natural en su barrio y más allá.
FIN.