El secreto del pato sonriente


Había una vez un chico llamado Juan, que tenía una característica muy especial: cuando caminaba, su paso sonaba como el graznido de un ganso.

Esto lo avergonzaba mucho, y no podía evitar sentirse diferente al resto de los chicos de su edad. Un día, Juan decidió hacer algo al respecto. Pensó y pensó en cómo podría disimular ese ruido tan peculiar que producía al caminar.

Fue entonces cuando se le ocurrió una brillante idea: ¡comprar un pato! Estaba seguro de que si llevaba un pato con él a todas partes, la gente pensaría que era el pato quien hacía esos ruidos extraños, y no él.

Así que Juan fue a buscar el pato perfecto a una granja cercana. Encontró a un simpático patito amarillo que parecía ser la compañía ideal para sus aventuras. Lo llamó Pato, y juntos emprendieron un sinfín de travesuras por el pueblo. Al principio, todo parecía ir según lo planeado.

La gente se sorprendía al ver a Juan caminar con su pato y escuchar los graznidos a su paso.

Pero pronto empezaron a correr rumores por el pueblo: algunos decían que Juan imitaba los sonidos del pato para llamar la atención, otros comentaban que quizás estaba haciendo algún tipo de broma. Juan se sintió desanimado al escuchar estos comentarios. No quería ser motivo de risas o chismes en el pueblo.

Entonces decidió hablar con Pato sobre lo ocurrido. "Pato, creo que cometí un error al traerte conmigo para disimular mis pasos. Ahora la gente piensa cosas malas sobre mí", le dijo Juan con tristeza.

El patito lo miró con sus grandes ojos negros y le dio una palmadita reconfortante con su ala. "¡Cuac cuac!", parecía decirle en señal de ánimo. Fue en ese momento cuando Juan entendió algo importante: no necesitaba esconder quién era realmente para encajar en la sociedad.

Debía aceptarse tal como era y aprender a valorar sus diferencias como parte única e irrepetible de sí mismo. Decidió dejar de lado las preocupaciones sobre lo que pensarían los demás y comenzar a abrazar su singularidad con orgullo.

Se despidió cariñosamente de Pato, quien regresaría feliz a la granja donde había nacido. Desde entonces, Juan siguió caminando por las calles del pueblo con paso firme y seguro, sin temor a los juicios o críticas externas.

Y aunque seguían escuchándose los graznidos peculiares cada vez que avanzaba, ya no le importaba en absoluto. La gente aprendió a aceptarlo tal como era, apreciando su autenticidad y valentía para mostrarse tal cual sin miedo al qué dirán.

Y así, Juan descubrió que la verdadera magia residía en ser uno mismo sin reservas ni artificios. Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda siempre: ¡sé tú mismo porque eres único e incomparable!

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