El Secreto del Seviche Mágico



Era una mañana soleada en Mollendo, dos niños, Tomás y Valentina, decidieron ir de paseo a la playa. La arena brillaba como el oro y las olas del mar susurraban promesas de aventuras.

"¡Mirá esa ola!", exclamó Tomás con ojos brillantes.

"¡Vamos a zambullirnos!", respondió Valentina, y juntos corrieron hacia el agua.

Después de un rato de jugar, el hambre comenzó a apretarles el estómago. Se acordaron de que su mamá les había prometido un delicioso desayuno de seviche, un plato típico de la zona.

"Vamos a buscar el puesto de la señora Ana, dicen que su seviche es el más rico de todo Mollendo", sugirió Valentina.

"¡Sí! Escuché que también tiene una receta secreta", añadió Tomás, emocionado.

Encontraron el puesto de la señora Ana, donde una gran sonrisa les recibió.

"¡Buenos días, chicos! ¿Quieren probar mi famoso seviche?", preguntó la señora Ana.

"¡Sí, por favor!", gritaron al unísono.

Mientras disfrutaban del ceviche, la señora Ana comenzó a contarles la historia detrás de su receta.

"Este seviche tiene un ingrediente especial que lo hace mágico. Es un secreto que he guardado por años. Solo se lo cuento a quienes realmente lo aprecian", dijo con un guiño.

"¿Qué es? ¡Queremos saberlo!", insistió Tomás.

"Es la felicidad que le pongo al prepararlo. Cada vez que alguien disfruta de un plato, la magia se multiplica", explicó la señora Ana.

Tomás y Valentina miraron a su alrededor y se dieron cuenta de cómo todos los clientes se reían y compartían momentos felices mientras disfrutaban del seviche.

"¡Es verdad! Todos parecen tan contentos aquí", comentó Valentina.

"Tal vez deberíamos ayudar a la señora Ana a hacer más seviche para que más personas puedan disfrutarlo", sugirió Tomás, con el rostro lleno de entusiasmo.

"¡Eso sería genial!", sonrió Valentina.

La señora Ana, sorprendida pero encantada, aceptó su ayuda. Así, los niños aprendieron a preparar el seviche bajo la atenta mirada de la señora Ana. Cortaron pescado, agregaron jugo de limón y sazonaron con amor. Mientras lo hacían, compartieron risas y conocimientos sobre la comida peruana.

"Esto es más divertido de lo que pensé", dijo Valentina, mientras exprimía limones.

"Sí, y al mismo tiempo, estamos haciendo felices a otras personas", agregó Tomás sonriendo.

De repente, un grupo de niños se acercó al puesto.

"¡Hola! ¿Qué están haciendo?", preguntaron curioseando.

"Estamos ayudando a la señora Ana a hacer seviche. ¡Quieren probar!", exclamó Valentina.

"Sí! ¡Queremos también!", gritaron los niños en coro.

Tomás y Valentina dieron a probar el seviche a todos los nuevos amigos, y pronto una pequeña fiesta se formó alrededor del puesto. La alegría y risas llenaban el aire mientras todos compartían y disfrutaban del delicioso platillo.

"Me encanta hacer nuevos amigos", dijo Tomás con una sonrisa.

"Y todo gracias a un delicioso seviche y un gesto de solidaridad", agregó Valentina mientras veía cómo todos se divertían.

Al final del día, cuando el sol comenzó a ocultarse detrás de las olas, Tomás y Valentina comprendieron algo importante: La felicidad se multiplica cuando la compartimos con los demás.

"Deberíamos hacer esto más seguido", sugirió Tomás.

"Sí, porque la magia del seviche no está solo en los ingredientes, sino en los momentos que compartimos", concluyó Valentina.

Y así, el día en Mollendo se convirtió no solo en un paseo maravilloso, sino en una lección de vida sobre la importancia de ayudar, compartir y encontrar la felicidad en los pequeños momentos.

Desde aquel día, los niños prometieron regresar a la playa no solo para disfrutar del seviche, sino también para seguir compartiendo momentos mágicos con todos.

Y siempre recordarán que, al igual que el seviche, la felicidad se condimenta con amor, diversión y buenos amigos.

FIN.

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