El secreto del viejo jardín



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían tres amigos muy traviesos: Juan, Martín y Sofía. Estos chicos siempre estaban buscando emociones nuevas y aventuras que los mantuvieran entretenidos.

Una tarde de sábado, mientras paseaban por las calles del pueblo, vieron una casa abandonada en la que nadie había entrado en años. Martín sugirió que sería divertido entrar a explorarla, pero la puerta principal estaba cerrada con candado.

Fue entonces cuando Juan tuvo la idea de romper una ventana para poder ingresar. "¡No deberíamos hacer esto! ¿Y si nos metemos en problemas?" -dijo Sofía nerviosa.

Pero Martín y Juan estaban decididos a entrar a la casa y convencieron a Sofía de que no pasaría nada malo. Así que lanzaron una piedra contra la ventana y lograron romperla. Con mucho cuidado, se colaron por el agujero y empezaron a explorar cada rincón de la misteriosa casa.

De repente, escucharon un ruido proveniente del fondo de la casa. Los tres amigos se miraron asustados y comenzaron a temblar de miedo. Sin embargo, decidieron seguir adelante para descubrir qué era ese extraño sonido.

Caminaron lentamente por pasillos oscuros y habitaciones polvorientas hasta llegar a un viejo salón donde encontraron al dueño de la casa: un anciano con aspecto gruñón pero amable. "¡¿Qué hacen aquí? ! ¡Esta es mi propiedad privada!" -gritó el anciano sorprendiendo a los adolescentes.

Juan, Martín y Sofía tartamudeaban tratando de disculparse por haber entrado sin permiso. El anciano los observaba con severidad pero luego soltó una risa burlona. "¡Ja! Pensé que eran fantasmas o ladrones intentando robar mis tesoros perdidos.

Pero veo que solo son unos niños curiosos. "Los amigos respiraron aliviados al escuchar las palabras del anciano y le contaron sobre su travesura para explorar la casa abandonada.

El hombre les explicó que esa casa había sido su hogar hace muchos años, pero tras fallecer su esposa decidió dejarla vacía como recuerdo de tiempos mejores. "Chicos, entiendo su curiosidad pero nunca es correcto entrar en propiedades privadas sin permiso. Deben respetar las reglas. " -aconsejó el anciano con voz serena.

Los jóvenes se sintieron avergonzados por su comportamiento imprudente e irrespetuoso. Agradecieron al anciano por no llamar a la policía y prometieron no volver a meterse donde no debían.

Desde ese día, Juan, Martín y Sofía aprendieron una valiosa lección sobre responsabilidad y respeto hacia los demás bienes materiales. Decidieron dedicar su tiempo libre ayudando al anciano con tareas domésticas en señal de arrepentimiento por lo ocurrido aquella tarde inolvidable en Villa Esperanza.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!