El secreto mágico de Tomás en el jardín de flores


Había una vez, en un hermoso jardín lleno de flores multicolores, una abeja llamada Tomás. Tomás era una abeja muy trabajadora y siempre se esforzaba por recolectar el néctar más delicioso de las flores.

Un día soleado, mientras volaba de flor en flor, Tomás vio a lo lejos una flor diferente a todas las demás. Tenía pétalos brillantes y un aroma dulce que lo atrajo instantáneamente.

Sin pensarlo dos veces, se acercó rápidamente para tomar su merecido néctar. Pero justo cuando estaba a punto de sumergirse en la flor, escuchó una voz suave y amigable que dijo: "-¡Espera! No te apures tanto".

Sorprendido, Tomás miró hacia arriba y vio a Don Picaflor suspendido en el aire con sus hermosas alas iridiscentes. "-¿Qué pasa?", preguntó Tomás curioso. Don Picaflor sonrió y respondió: "-Esa flor tiene un secreto especial. Si tomas el néctar sin seguir las instrucciones adecuadas, algo maravilloso puede suceder".

Tomás quedó intrigado y decidió escuchar atentamente lo que Don Picaflor tenía para decirle.

El pequeño pajarito explicó que cada flor tenía su propia forma única de dar néctar y que debía aprender cómo obtenerlo correctamente para experimentar la magia oculta dentro de cada una. "-Primero -dijo Don Picaflor-, debes acercarte lentamente a la flor y tocarla con delicadeza para despertarla". Tomás siguió las instrucciones y la flor se abrió lentamente, revelando un brillo mágico en su interior.

"-Ahora -continuó Don Picaflor-, debes bailar alrededor de la flor en forma de espiral mientras zumbas una melodía alegre". Tomás hizo lo que le indicaron y, a medida que bailaba y zumbaba, la flor comenzó a brillar aún más intensamente.

Pero justo cuando estaba a punto de tomar el néctar, Don Picaflor lo detuvo. "-Espera un momento más", dijo el pajarito. "-Para recibir el néctar completo, debes cantarle una canción especial a la flor.

Solo así podrás disfrutar plenamente del sabor dulce y mágico". Tomás siguió las últimas instrucciones y comenzó a cantar con todas sus fuerzas. A medida que su voz resonaba en el jardín, la flor liberó su néctar dorado y Tomás pudo saborearlo como nunca antes.

Cuando terminó de beber todo el néctar, Tomás sintió cómo algo maravilloso ocurría dentro de él. Sus alas se volvieron más fuertes y brillantes, permitiéndole volar aún más rápido y recolectar aún más néctar para compartir con sus compañeras abejas.

Desde ese día, Tomás siempre recordaría las enseñanzas de Don Picaflor: acercarse con delicadeza, bailar con alegría y cantar desde lo más profundo del corazón para experimentar la magia oculta en cada momento.

Y así fue como nuestra pequeña abeja aprendió que no solo era importante trabajar duro, sino también disfrutar y apreciar cada experiencia de la vida.

El jardín se llenó de risas y alegría, gracias a Tomás y su increíble historia que compartió con todas sus amigas abejas. Fin.

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