El Semáforo de los Sentimientos



Una vez en una colorida ciudad llamada Emocionópolis, vivía un pequeño pajarito llamado Pío. Él siempre estaba lleno de energía, saltando de rama en rama, pero había algo que lo inquietaba: no sabía cómo manejar sus sentimientos. Cuando algo no salía como esperaba, como un día en que la lluvia le arruinó su plan de volar alto, Pío se sentía frustrado y enojado.

Un día, mientras descansaba en una rama, vio pasar a su amiga, la tortuga Tita, que siempre parecía tan tranquila.

"Tita, ¿por qué siempre estás tan calma? ¿No te enojas cuando las cosas no salen como quieres?"

"A veces sí, Pío. Pero tengo una técnica que me ayuda a manejar mis emociones. Es como un semáforo que me guía", respondió Tita con una sonrisa.

"¿Un semáforo? ¿Cómo funciona?"

"Te lo explicaré. Primero, cuando me siento molesta, me detengo en el amarillo. Eso significa que debo calmarme antes de hacer algo impulsivo. Luego, evalúo la situación y decido cómo reaccionar."

"¡Eso suena interesante! ¿Puedo probarlo?"

"¡Claro! Vamos a jugar un juego. Cada vez que te sientas enojado o frustrado, detente en el amarillo y respira."

Así comenzó la aventura de Pío. Un día, al querer jugar con sus amigos en el parque, notó que todos estaban ocupados.

"¿Por qué nadie quiere jugar conmigo?" se quejó. En ese momento, sintió que la frustración empezaba a arder. Recordó las palabras de Tita.

"Espera un momento. Estoy en amarillo... Calmémonos..."

Respiró hondo y observó la escena. Notó que sus amigos estaban jugando a algo nuevo. En vez de enojarse, decidió adaptar su forma de jugar.

"¡Hola, amigos! ¿Puedo unirme a ustedes?" preguntó Pío, aún un poco nervioso.

"¡Claro, Pío! ¡Ven a ver! Estamos jugando a la búsqueda del tesoro!"

"Genial! Pero, ¿cómo se juega?"

Pío aprendió a entender las reglas, y cada vez que algo no salía como él quería, se acordaba de pausar en el amarillo, adaptarse y cambiar su enfoque. Con el tiempo, se fue sintiendo más flexible y abierto a nuevas ideas.

Cierto día, Pío volaba alto por el cielo cuando notó a un grupo de aves discutiendo.

"¿Qué pasa?" preguntó curioso.

"No podemos ponernos de acuerdo sobre qué ruta tomar para llegar al lago", dijo una ave más grande, visiblemente enojada.

"Chicos, si están discutiendo, ¿por qué no se detienen en el amarillo y buscan una solución?" recomendó Pío con seguridad.

Las aves se miraron, sorprendidas.

"¿Un semáforo? , preguntaron. "Sí, sí, como el que usa Tita. Al parar un momento, ¿podemos pensar mejor?"

Las aves decidieron probarlo. Se detuvieron y comenzaron a hablar de una nueva ruta, la cual no había pensado antes.

"Por fin, encontramos la respuesta", dijo una de las aves felices.

"Gracias, Pío, por enseñarnos eso. Tu consejo fue muy útil!"

Desde ese día, las aves comenzaron a usar el semáforo de Pío cada vez que tenían un desacuerdo. Pío se sintió contento al ver que su técnica ayudaba a otros.

"Al final, todos nos podemos adaptar y cambiar para encontrar soluciones juntos", pensó.

Y así, en Emocionópolis, el pequeño Pío y su amigo Tita compartieron su aprendizaje sobre el semáforo de los sentimientos. Cada vez que alguien se sentía perdido, todos se detenían en esa luz amarilla, tomando un momento para calmarse, adaptarse y encontrar una salida juntos.

Con el tiempo, la ciudad se volvió un lugar más amable, donde las emociones eran como un viaje en semáforo: a veces rojo, otras verdes, pero siempre con oportunidad de aprender y crecer.

Y así, Pío descubrió que si cambiaba su forma de ver las cosas, podía volar más alto que nunca.

FIN.

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