El Sembrador de Sueños



Había una vez un niño llamado Juanito, a quien le encantaba la naturaleza. Siempre llevaba consigo su pequeña bolsa llena de semillas y salía a regarlas por todos los rincones del vecindario.

Un día, Juanito decidió aventurarse más allá de las calles conocidas y adentrarse en un campo cercano. Llevó su bolsita llena de semillas y comenzó a esparcirlas por todas partes mientras sonreía con alegría. Sin embargo, algo inesperado sucedió.

Algunas semillas cayeron en tierra dura y seca, tan dura que parecía imposible que alguna planta pudiera crecer allí. Las aves aprovecharon la oportunidad y se llevaron las semillas para alimentarse. Juanito no se desanimó por este contratiempo y siguió adelante.

Siguió caminando hasta llegar a unos pedregales donde decidió plantar algunas semillas más. Pero desafortunadamente, estas semillas también tuvieron problemas para crecer ya que no había suficiente tierra fértil ni agua para ellas.

Se secaron rápidamente debido al sol ardiente y la falta de raíces profundas. - ¡Oh no! - exclamó Juanito preocupado-. Mis plantitas no están creciendo como esperaba. Decidido a encontrar el lugar perfecto para sus semillas, continuó explorando hasta llegar a una zona cubierta de hierba mala.

Aunque intentaba cuidar las plantitas con mucho cariño, las malas hierbas eran tan fuertes que no permitían que las pequeñas plántulas crecieran adecuadamente. Juanito se sentía desanimado, pero sabía que no podía rendirse.

Finalmente, después de tanto buscar, el niño sembrador encontró un rincón escondido en el campo con tierra buena y fértil. Con mucho cuidado, plantó las últimas semillas que le quedaban.

Los días pasaron y Juanito regresaba al lugar todos los días para ver cómo iban sus plantitas. Poco a poco, comenzaron a brotar pequeños tallos verdes. Las plantas crecían cada vez más fuertes y sanas gracias a la tierra buena que las rodeaba. - ¡Mira mamá! - exclamó Juanito emocionado-.

Mis plantitas están creciendo hermosas y fuertes. Su mamá sonrió orgullosa y le dio un abrazo cálido. - Estoy muy orgullosa de ti, Juanito - dijo su mamá-.

Aprendiste una valiosa lección: que la paciencia y la perseverancia siempre tienen recompensas. Desde aquel día, Juanito siguió siendo un niño sembrador. Pero ahora tenía aún más cuidado al elegir dónde sembrar sus semillas.

Aprendió a reconocer cuál era la mejor tierra para ellas y así pudo disfrutar de hermosos jardines llenos de vida.

Y así fue como nuestro querido amigo Juanito comprendió que aunque algunas veces las cosas no salgan como esperamos, siempre hay oportunidades para crecer y florecer si buscamos el lugar adecuado donde nuestras raíces puedan hundirse profundamente en la tierra buena del amor y la dedicación.

FIN.

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