El Señor de la Banca



Había una vez un pequeño pueblo donde vivían muchos niños. En el centro del pueblo había un parque enorme con columpios, toboganes y juegos para que los niños se divirtieran.

Sin embargo, en ese parque también había un hombre misterioso que siempre estaba sentado en una banca mirando con desprecio a los niños. Los pequeños lo llamaban "el señor malhumorado" porque nunca sonreía ni saludaba a nadie. Incluso llegaron a pensar que odiaba a los niños.

Un día, mientras jugaban al escondite, uno de los niños se perdió y comenzaron a buscarlo por todo el parque. Fue entonces cuando encontraron al señor malhumorado hablando con el niño perdido y ayudándolo a encontrar su camino de regreso.

Los demás niños no podían creer lo que veían. ¿Cómo era posible que alguien que parecía odiarlos estuviera ayudando a uno de ellos?"-Señor malhumorado, ¿por qué nunca nos habla?", preguntó uno de los niños tímidamente.

El hombre suspiró y les respondió: "-No es que odie a los niños, es solo que me cuesta mucho expresarme y hacer amigos". A partir de ese momento, los pequeños comenzaron a acercarse más al hombre misterioso.

Le llevaron dibujos y le contaron historias divertidas para tratar de ganarse su amistad. Con el tiempo, el señor malhumorado comenzó a cambiar. Empezó a sonreír más seguido e incluso participaba en algunos juegos con los niños.

Una tarde soleada, todos estaban jugando juntos cuando notaron algo extraño en su comportamiento. El señor malhumorado parecía triste y se alejó del grupo.

Los niños lo siguieron hasta un rincón del parque donde el hombre les confesó que estaba enfermo y que no le quedaba mucho tiempo de vida. Los pequeños sintieron una gran tristeza al escucharlo, pero también sintieron la necesidad de hacer algo para ayudarlo.

Así fue como organizaron una kermesse en el parque para recaudar dinero y poder comprarle regalos al señor malhumorado. Le llevaron flores, chocolates y juguetes para animarlo en sus últimas semanas. Con el tiempo, el hombre misterioso se convirtió en una persona hermosa a los ojos de los niños.

Gracias a su amistad, aprendió a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y dejó atrás su soledad. Cuando llegó su último día, los pequeños estaban allí con él para despedirse.

El señor malhumorado sonrió por última vez antes de cerrar sus ojos para siempre. Desde ese día, los niños nunca olvidaron al hombre misterioso que terminó siendo una persona hermosa gracias a ellos.

Aprendieron que nunca hay que juzgar a alguien por su apariencia exterior y que siempre hay oportunidades para hacer amigos si uno está dispuesto a abrirse al mundo.

FIN.

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