El Señor de las Aguas y los Devotos de Cuenca



En un hermoso día en Cuenca, donde la arquitectura antigua se mezclaba con las risas de los niños, había un niño llamado Tomás que vivía una vida sencilla, pero llena de curiosidad. Tomás amaba escuchar las historias que su abuela le contaba sobre el Señor de las Aguas, una imagen misteriosa que, según decía, traía felicidad y paz a la ciudad. Un día, mientras paseaba por el parque, encontró a un grupo de niños conversando animadamente.

"¿Sabían que el Señor de las Aguas está en Girón?" - exclamó una niña llamada Sofía.

"¿Quién es?" - preguntó Tomás, intrigado.

"Es una figura muy especial que ayuda a los que se lo piden con el corazón puro" - respondió un niño llamado Lucas.

"Dicen que si lo visitas, puedes pedirle un deseo" - agregó Sofía entusiasmada.

Tomás se sentía cautivado. Pronto, decidió que debía conocer al Señor de las Aguas y tal vez, solo tal vez, le podría pedir ayuda para que su pueblo tuviera una nueva cancha de fútbol, ya que los niños estaban cansados de jugar en un terreno lleno de piedras.

Organizó una pequeña expedición.

"Vamos a Girón, ¿quién se suma?" - preguntó emocionado a sus amigos.

"Yo voy!" - dijo Sofía.

"¡Y yo también!" - agregó Lucas.

Y así, con entusiasmo, Tomás, Sofía y Lucas se embarcaron en la aventura de sus vidas.

Al llegar a Girón, se encontraron con una plaza llena de gente. Allí, en el centro, estaba el Señor de las Aguas, custodiado por sus devotos que llevaban flores y ofrecían cantos de gratitud.

"¡Miren!" - dijo Lucas, emocionado.

"¿Cómo le hacemos para acercarnos?" - preguntó Sofía con un poco de nervios.

"Solo tenemos que acercarnos con respeto y decirle nuestro deseo" - explicó Tomás.

Los niños esperaron su turno. Cuando llegó su momento, Tomás se acercó con el corazón latiendo fuerte.

"Señor de las Aguas, yo deseo que podamos tener una cancha de fútbol para jugar felices. Todos la necesitamos!" - dijo con valentía.

De repente, el cielo se nubló y comenzó a llover suavemente. Todos se miraron con sorpresa.

"¿Qué significa esto?" - preguntó Sofía, sin poder ocultar su asombro.

"Quizás está respondiendo a nuestro deseo" - dijo Lucas.

Cruzaron los dedos esperando que su deseo se hiciera realidad. A medida que la lluvia continuaba, un anciano se acercó a ellos.

"¡Muchachos!" - dijo con voz temblorosa.

"La lluvia es un regalo de la naturaleza. Recuerden que cuando cuidadas del agua y de la tierra, ¡todo es posible!" - les aconsejó el anciano.

Los niños se miraron, y comprendieron que no solo se trataba de un deseo. Era un llamado a actuar.

"¡Vamos! ¡Debemos hacer algo!" - dijo Tomás con determinación.

Los tres amigos decidieron que no solo iban a pedir un deseo, sino que comenzarían a recolectar donaciones de los vecinos para construir la cancha. Con la ayuda del anciano y la comunidad, comenzaron a trabajar. Pronto, otros niños se unieron, y juntos sembraron plantas alrededor de la futura cancha y arreglaron la tierra para que estuviera lista.

Después de semanas de trabajo, el día de la inauguración llegó. La nueva cancha de fútbol era hermosa, con flores alrededor y mucha alegría de parte de todos los que habían contribuido.

"¡Miren lo que hemos hecho!" - exclamó Sofía mientras abrazaba a sus amigos.

"¡Gracias, Señor de las Aguas por la inspiración!" - añadió Tomás.

"No solo nos concediste el deseo, ¡sino que nos enseñaste a trabajar en equipo!" - concluyó Lucas.

Desde aquel día, Tomás, Sofía y Lucas aprendieron que los deseos en ocasiones requieren esfuerzo. Y así, en la maravillosa ciudad de Cuenca, el Señor de las Aguas no solo se convirtió en un símbolo de esperanza, sino que su historia perduró en los corazones de los devotos que comprendieron el verdadero valor de trabajar juntos por un mismo sueño.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!