El Señor de las Cosas Raras
En un pequeño pueblo llamado Maravillas, vivía un señor muy curioso llamado Don Ernesto. Era un hombre amable y siempre llevaba un sombrero de colores brillantes. Este pueblo no era un lugar común; aquí sucedían cosas extrañas todos los días. Muchas veces, las gentes del lugar se reunían en la plaza a contar sus aventuras.
Un día, mientras Don Ernesto disfrutaba de una taza de chocolate caliente en la plaza, escuchó a unos niños hablar sobre un fenómeno raro que había aparecido cerca del río.
"¡Don Ernesto!", gritó Lucía, la niña de trenzas. "Dicen que hay un pez de colores que habla. ¡Tenés que venir a verlo!"
"¡Un pez que habla!", exclamó Don Ernesto, emocionado. "¡Voy ya mismo!"
Junto a los niños, se dirigieron al río. Allí, entre las olas, se encontraba un pez dorado con destellos de todos los colores del arcoíris.
"¡Hola, amigos!", dijo el pez con una voz melodiosa. "Soy el pez Arcoiris. ¿Qué desean saber?"
Los niños miraron a Don Ernesto, asombrados, y él decidió hacer una pregunta importante.
"¿Por qué eres tan especial, pez Arcoiris?"
"Porque me encanta contar historias y ayudar a los que se sienten perdidos. Cada color que tengo representa una emoción. Si me escuchan, aprenderán a ser fuertes, a valorar la amistad y a comprender los sentimientos de los demás."
Los niños se acercaron al pez y comenzaron a preguntar sobre las emociones que sentían.
El pez Arcoiris les contó historias sobre la alegría, la tristeza y la importancia de ser solidarios.
Después de un rato, Don Ernesto notó que el tiempo pasaba volando.
"¡Es hora de ir a casa!", dijo. "Pero volveremos a escucharte, pez Arcoiris."
Los niños asintieron, cada uno con una sonrisa iluminando su rostro, y prometieron volver al día siguiente.
Al día siguiente, Maravillas se preparó para un gran desfile. Todos los habitantes estaban emocionados, particularmente sus pequeños, que llevaban pintados en la cara los colores del pez Arcoiris.
Don Ernesto tenía una idea.
"¿Qué les parece si hacemos un gran mural en la plaza en honor al pez Arcoiris? Así todos podrán disfrutar de su sabiduría cada vez que pasen por aquí."
Los niños, entusiasmados, comenzaron a recolectar pintura y materiales. Con Don Ernesto como líder, pasaron toda la tarde trabajando y todos los vecinos se unieron. Rieron, se ayudaron y compartieron historias mientras pintaban.
Cuando terminaron, el mural mostraba un gran pez dorado rodeado de corazones, estrellas y risas. Todos se sintieron felices, no solo por el resultado, sino por el trabajo en equipo que habían realizado.
"¡Es hermoso!", gritó Lucía.
"Sí, es un recordatorio de que nuestras emociones son importantes", agregó Don Ernesto con una sonrisa.
Esa noche, el pueblo de Maravillas se iluminó con fuegos artificiales en celebración. Al día siguiente, los niños fueron al río para contarle al pez sobre su creación.
"¡Felicidades!", dijo el pez Arcoiris, mientras se deslizaba entre las olas. "Me siento muy honrado. Ahora, cada vez que alguien pase por la plaza, recordará que la amistad y la solidaridad hacen del mundo un lugar mejor."
Y así, gracias a un pez de colores y la curiosidad de un señor, el pueblo de Maravillas aprendió la importancia de las emociones y el valor de la unión. Con cada historia contada por el pez Arcoiris, Don Ernesto y los niños recordaron siempre lo especial que era ser parte de un lugar donde todos compartían su luz, colores y corazones.
Desde entonces, Maravillas nunca fue un pueblo común; siempre fue un lugar lleno de alegría y amistad, donde las cosas raras se convirtieron en momentos mágicos.
FIN.