El Señor Pedro y Su Gran Granjita



Era una vez un hombre llamado Pedro que vivía en una pequeña granja a las afueras de un pueblo muy alegre. La granja no era muy grande, pero a Pedro le encantaba cuidar de sus animales y hacer crecer sus hortalizas. Tenía unas gallinas muy charlatanas, una vaca que siempre estaba dando leche fresca y un cerdito muy travieso llamado Pipón.

Un día, mientras Pedro estaba plantando algunas zanahorias, escuchó un bullicio.

"¿Qué será eso?" - se preguntó.

Al acercarse, vio a Pipón corriendo detrás de las gallinas, que salían volando y cacareando.

"¡Pipón! ¡Dejá en paz a las gallinas!" - gritó Pedro, riendo.

Pipón se detuvo de golpe, miró a Pedro con sus ojitos brillantes y se sentó, como si supiera que había hecho algo malo. Desde ese día, Pedro decidió que era hora de enseñarle a Pipón a ser más educado.

"Te voy a enseñar a ayudar en la granja, Pipón. Vamos a hacer un trabajo juntos" - le dijo Pedro.

Así fue como comenzó la aventura de Pedro y su pequeño cerdito. Al principio no fue fácil. Pipón se distraía con todo. Correteaba tras las mariposas, intentaba jugar con las piedras y se pasaba el día buscando lombrices. Sin embargo, Pedro no se rindió. Cada día le contaba a Pipón lo importante que era trabajar juntos.

Un día, mientras Pedro estaba regando las plantas, notó que las hortalizas no estaban creciendo como antes.

"¡Oh no! Necesitamos hacer algo, Pipón. Quizás la tierra esté muy seca" - dijo Pedro preocupado.

Pipón, al escuchar a Pedro hablandole con urgencia, decidió que quería ayudar. Se acercó a la cubeta y, haciendo un gran esfuerzo, empezó a empujarla hacia el campo. Pedro lo miraba sorprendido.

"¡Eso es, Pipón! ¡Ayudame a regar las plantas!" - le dijo emocionado.

Juntos, empezaron a regar las hortalizas. Pipón empujaba la cubeta mientras Pedro la llenaba. Al cabo de unos días, comenzaron a ver los resultados. Las zanahorias, las lechugas y los tomates empezaron a crecer más fuertes.

"¡Buen trabajo, amigo!" - exclamó Pedro un día al ver los resultados.

Sin embargo, no todo fue tan simple. Un mal día, un grupo de pájaros llegó a la granja y empezó a picotear las semillas que Pedro había plantado.

"¡Esos pájaros están arruinando nuestro trabajo, Pipón!" - dijo Pedro, frustrado.

Pipón lo miró con determinación.

"¡Yo puedo ayudarté!" - pareció decir al quedarse parado y mirar hacia los pájaros.

Pedro se le ocurrió una idea.

"¿Y si usáramos algunas ramas para hacer un espantapájaros?" - sugirió.

Pipón, emocionado, empezó a recoger ramitas mientras Pedro juntaba ropa vieja. Al final, crearon un espantapájaros que parecía gigante. Los pájaros nunca más volvieron gracias a Pipón y a Pedro.

La granja se volvió más verde y alegre. Cada día había más hortalizas y los animales estaban felices.

Al llegar el invierno, una fuerte tormenta acechaba el pueblo. Pedro estaba preocupado.

"¡Debemos cuidar a nuestros amigos, Pipón!" - gritó mientras corría hacia el gallinero.

Con ayuda de Pipón, Pedro se aseguró de que todos los animales estuvieran bien resguardados. Así pasaron la noche, bajo la tormenta, pero juntos. Cuando la mañana llegó, el sol brilló y su granja estaba aún en pie.

"¡Lo hicimos, Pipón! ¡Estamos juntos en esto!" - dijo Pedro con una sonrisa mientras celebraban con una gran merienda de hortalizas frescas.

Desde aquel día, Pedro y Pipón supieron que el trabajo en la granja no era solo tarea de uno, sino un esfuerzo conjunto. Aprendieron que cada uno, grande o pequeño, tenía su lugar y su valor y que siempre se necesitaban mutuamente. Y así, un cerdito travieso y su dueño vivieron felices, cultivando no solo su granja, sino también una gran amistad.

FIN.

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