El Señor Pedro y su Granja Mágica
Había una vez un señor llamado Pedro que vivía en una pintoresca granja rodeada de colinas verdes y un cielo siempre azul. Su granja era conocida en todo el pueblo por sus deliciosas frutas y verduras, pero lo que pocos sabían era que tenía un secreto especial.
Cada mañana, Pedro se despertaba muy temprano, escuchando el cantar de los pájaros y sintiendo el frescor de la mañana. Se levantaba con una sonrisa y decía:
"¡Hoy voy a cosechar lo mejor de la granja!"
Pero había algo más en la granja de Pedro. Junto a su pequeño huerto de tomates y zanahorias, había un árbol enorme, el cual, según la leyenda del pueblo, tenía poderes mágicos. Este árbol se llamaba Don Frutal, y era capaz de hablar.
Un día, mientras Pedro estaba regando sus plantas, escuchó una voz suave que decía:
"¡Hola, Pedro! ¿Listo para otro día de aventuras?"
Pedro se asustó un poco, pero luego sonrió al descubrir que era Don Frutal.
"¡Hola, Don Frutal! Claro que sí, hoy hay mucho por hacer."
"¿Sabés? Me parece que es un buen día para hacer algo especial. ¿Qué tal si organizamos una fiesta en la granja?"
"¡Eso suena increíble! Pero no sé si tendré tiempo para todo."
"No te preocupes, yo tengo una idea. Te ayudaré con todo."
Pedro se sintió feliz y aliviado. Juntos, comenzaron a trabajar en los preparativos. En un abrir y cerrar de ojos, Don Frutal mandó a sus amigos de la naturaleza: las ardillas, los pájaros y hasta los conejos, para ayudar a decorar el lugar.
Con el paso de las horas, la granja se llenó de risas y colores. Pero entonces, Pedro se dio cuenta de que había olvidado algo importante: ¡la comida! Sin pánico, miró a Don Frutal.
"¡Ay, no! Necesitamos más frutas y verduras para alimentar a nuestros amigos."
"Tranquilo, Pedro. Solo necesitas pedirlo."
Pedro, un poco escéptico, se acercó al árbol y dijo:
"Por favor, Don Frutal, podrías darnos algunas de tus deliciosas frutas para la fiesta?"
De repente, magia se desató. Las ramas de Don Frutal comenzaron a brillar y, como por arte de magia, empezaron a caer peras, nueces y manzanas frescas.
"¡Guau! Esto es impresionante. Gracias, Don Frutal."
"De nada, amigo. Aquí en la granja, todos compartimos. Ese es el verdadero espíritu de la amistad."
Así, la fiesta comenzó con canciones, juegos y muchos platos ricos. Todos los habitantes del pueblo fueron invitados: niños, padres, abuelos ¡y hasta las mascotas! La granja se llenó de alegría y sonrisas, y todos disfrutaban de la comida deliciosa.
Mientras la fiesta avanzaba, Pedro se dio cuenta de que todos se lo estaban pasando genial, pero había algo que preocupaba a una pequeña niña del pueblo,
"Señor Pedro, ¿qué pasará con la granja si algún día ya no hay magia?"
"Querida, la magia está en el amor que ponemos en cosas pequeñas, como cuidar de las plantas y compartir lo que tenemos. Así nunca se irá."
Y así, Pedro y Don Frutal continuaron enseñando a los niños del pueblo sobre la importancia de la naturaleza, el trabajo en equipo y el amor a los demás. La fiesta se convirtió en una tradición anual, y todos los meses se reunirían en la granja para celebrar la amistad y la magia que se encontraba en los corazones de cada uno.
Con el tiempo, el Señor Pedro supo que la verdadera magia no sólo residía en Don Frutal, sino en cada sonrisa, cada risa compartida y en el poder de compartir con los demás. Nunca olvidó cuidar su granja, sabiendo que todo lo que sembrara, además de ser delicioso, podría hacer feliz a alguien.
Y así, el Señor Pedro y su granja mágica vivieron muchas más aventuras, enseñando a los niños y a los adultos que, a veces, la magia está en las pequeñas cosas de la vida, en cultivar amor y compartirlo con los demás.
FIN.