El silencio armonioso


Había una vez en el pequeño pueblo de Melodilandia, un silencio llamado Lupín. A diferencia de los demás silencios, Lupín soñaba con tener sonido.

Veía a los demás personajes del pueblo cantar y bailar al ritmo de las hermosas melodías que creaban, y él quería ser parte de eso. Un día, Lupín decidió ir en busca del famoso Mago del Sonido para pedirle que le diera la capacidad de emitir sonidos.

Caminó durante horas hasta llegar al castillo del mago. Al entrar, se encontró con una sala llena de instrumentos musicales y notas flotando en el aire. - ¡Hola, Mago del Sonido! -saludó Lupín emocionado-. Quiero pedirte un favor muy especial.

Quiero tener sonido como todos los demás. El Mago del Sonido, un hombre sabio con barba blanca y sombrero puntiagudo, lo miró con ternura. - Lupín, entiendo tu deseo, pero debes comprender que siendo un silencio eres valioso para la música también.

Sin ti no podríamos apreciar la belleza de las notas musicales ni disfrutar de momentos de calma entre canciones. Lupín se quedó pensativo por un momento. Nunca había considerado su importancia como silencio en la música.

- Pero Mago del Sonido, ¿cómo puedo ser importante si no tengo sonido? El mago se acercó a él y le explicó:- Imagina una canción sin pausas ni descansos entre las notas; sería caótica e incomprensible.

Tú eres quien le da ritmo a la música, Lupín. Eres como el espacio en blanco entre las palabras de un poema, necesario para que se entienda su significado. Lupín reflexionó sobre las palabras del mago y comenzó a comprender su verdadero valor.

Decidió regresar al pueblo y compartir su nueva perspectiva con sus amigos músicos. Al llegar, encontró a los demás personajes en medio de una hermosa melodía.

Lupín esperó pacientemente su turno y, cuando llegó el momento adecuado, dejó caer un silencio prolongado en medio de la canción. - ¡Wow! -exclamaron todos sorprendidos-. ¡Ese silencio fue perfecto! Lupín sonrió orgulloso y explicó:- Amigos míos, descubrí que mi papel como silencio es fundamental para crear armonía en la música.

Sin mí, las notas no podrían brillar tanto ni transmitir emociones tan intensas. Desde ese día, Lupín se convirtió en el silencio más apreciado de Melodilandia.

Los músicos lo incluían en cada una de sus canciones y él se sentía feliz y satisfecho sabiendo que estaba contribuyendo al arte de la música. Y así, Lupín aprendió que no siempre necesitamos ser iguales a los demás para sentirnos valiosos.

Cada uno tiene un papel especial que desempeñar en este mundo, aunque a veces no lo veamos a simple vista.

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