El Silencio del Bosque



En un pequeño pueblo rodeado de un denso bosque, la vida de sus habitantes transcurría en calma y armonía. Sin embargo, un día ocurrió algo sorprendente: el bosque se volvió completamente silencioso. Ya no se escuchaban los cantos de los pájaros, el murmullo del viento entre las hojas ni el crujir de las ramas bajo patas de animales. Alarmados, los niños del pueblo decidieron investigar qué había pasado.

Entre los más curiosos se encontraban Lucas, una ardilla muy inquieta, y su amiga Sofía, una suave cierva con un corazón amable.

Lucas propuso:

- ¡Sofía! Debemos descubrir por qué el bosque está en silencio.

Sofía asintió con preocupación:

- Sí, Lucas. ¡Vamos a buscar a los animales del bosque!

Juntos, comenzaron su búsqueda. Se adentraron en el bosque, sintiendo que una extraña tristeza envolvía el lugar.

Primero encontraron a Don Pájaro, quien solía cantar hermosas melodías cada mañana. Al acercarse, Sofía preguntó:

- ¿Por qué no cantás, Don Pájaro?

Don Pájaro suspiró y respondió:

- No puedo cantar, queridos. Me siento triste porque los árboles están muy preocupados por el silencio.

Confundidos pero decididos, Lucas y Sofía siguieron su camino. Luego encontraron a la liebre, que solía saltar alegre por el prado.

- ¡Liebre! ¿Por qué no saltás como solías hacer?

- No tengo ganas de saltar —respondió la liebre con voz apagada—. Sin música, el bosque se siente vacío.

Los pequeños amigos se miraron entre sí, sintiendo que el silencio se volvía más pesado. Así que decidieron ir hasta el Gran Roble, el árbol más viejo y sabio del bosque. Allí, bajo su frondosa sombra, encontraron a muchos animales reunidos, todos lucían desanimados.

Lucas, decidido a cambiar la situación, dijo en voz alta:

- ¡Hola a todos! ¡No podemos quedarnos así, en silencio!

Una tortuga anciana respondió:

- Querido Lucas, todos estamos tristes. El silencio ha hecho que perdamos nuestras canciones.

Sofía, que había estado escuchando atentamente, sugirió:

- ¿Y si todos juntos intentamos recordar nuestras melodías?

A algunos animales les pareció una idea genial, pero otros dudaron. Fue entonces que Lucas propuso:

- ¿Y si cada uno comparte una canción que recuerde, aunque sea en susurros? Puede ser un buen comienzo.

Así, uno a uno, los animales comenzaron a compartir sus melodías. Don Pájaro se unió con un suave trino, la liebre empezó a hacer un pequeño baile mientras cantaba y hasta la tortuga, con su voz pausada, recitó un poema sobre la luna.

Sofía, emocionada, miró a Lucas y dijo:

- ¡Ves! ¡Ya no estamos en silencio!

Fue entonces cuando, al escuchar las primeras notas, los árboles comenzaron a moverse suavemente y un ligero viento sopló por el bosque, llevando consigo los ecos de las canciones.

Poco a poco, más animales se unieron, creando una hermosa sinfonía que resonaba entre los árboles. El bosque, que antes había estado en completo silencio, ahora vibraba con risas y cantos.

Al final de su esfuerzo, el Gran Roble habló con voz profunda:

- Gracias, amigos, por recordar lo que es la música. Este bosque siempre ha sido un lugar de alegría, y recordar nuestras melodías lo ha devuelto a la vida.

Los animales aplaudieron entusiasmados, y Sofía miró a Lucas diciendo:

- ¡Logramos hacerlo! ¡El bosque volvió a sonar!

Desde ese día, el bosque nunca volvió a caer en el silencio. Cada tarde, los animales se reunían bajo el Gran Roble y compartían sus canciones, convirtiendo al bosque en un lugar lleno de alegría y amor.

Y así, los niños del pueblo aprendieron que, a veces, la tristeza se puede combatir con música, amistad y un poco de valentía para enfrentar el silencio.

FIN.

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