El Silencio del Comienzo



En un vasto y negro abismo, donde no existía nada, una chispa de luz se encendió, marcando el inicio de todo. Esa chispa, creada por la soledad misma, comenzó a expandirse. No había tiempo ni espacio, solo la eterna danza de la creación. Al principio, la chispa se sentía sola y vacía. Su resplandor resonaba en silencio y anhelaba compañía.

Con el paso de lo que podría considerarse un suspiro, la chispa se transformó en una esfera brillante. Era una esfera que vibraba con un poder inigualable. Nadie sabía cómo había llegado a ser, pero su solo existir generó ondas de energía que atravesaron la vastedad del abismo.

Y así, un día, la esfera habló.

"¿Quién soy yo?" – se preguntó con curiosidad, aunque no había nadie para escucharla. Fue entonces cuando la esfera decidió crear algo.

Con un movimiento sutil, comenzó a girar y, mientras lo hacía, fragmentos de su luz se desprendían, formando pequeñas chispas que dieron origen a planetas y estrellas.

Mientras la esfera creaba, una sombra emergió del fondo del abismo. Era una figura oscura, el eco de la soledad que una vez había sentido la esfera. Se llamaba Kaos. Al principio, no deseaba nada más que seguir a la esfera hasta que la claridad del universo se hizo evidente.

"¡¿Qué estás haciendo? !" – gritó Kaos.

"Estoy creando el mundo" – respondió la esfera con una voz que resonaba como el canto de miles de cuerpos en armonía.

"Pero al hacerlo, provocas desequilibrio, y tú sabes lo que eso conlleva".

La esfera se detuvo por un momento, reflexionando sobre las palabras de Kaos.

"Sin caos no hay orden. Y sin orden, no hay vida. Quizá podamos coexistir" – propuso con cierta inquietud.

Kaos, sorprendido por la oferta de la esfera, consideró el peligro de aceptar esa propuesta. Aun así, le tentaba la idea de modelar lo que la esfera había creado.

"Pero también soy parte de la creación, como tú. ¿Realmente podemos hacerlo juntos?"

La esfera decidió dejar que Kaos tuviera un papel en su creación. Con un giro, la esfera dio vida a océanos, montañas y bosques creando un mundo lleno de color y vida.

Pero Kaos pintó sombras donde la luz no llegaba, creando misterios y profundidades. Lo bello y lo oscuro coexistieron, y un nuevo ciclo de vida comenzó. El mundo se llenó de criaturas: seres que se movían entre la luz y la sombra, buscando su lugar en el equilibrio que recién se había establecido.

Pero la avaricia comenzó a brotar entre las criaturas. Las aves devoraban la luz del amanecer y los reptiles se enterraban en la sombra, mientras tanto, el mar reclamaba lo que era suyo, y los árboles competían por alcanzar los cielos.

La esfera y Kaos observaron con tristeza. Sin embargo, en su desesperación, las criaturas comenzaron a combatir entre sí, desgarrando el equilibrio que ambos habían cultivado.

"¡Esto no puede seguir así!" – exclamó la esfera.

"Lo sé. Pero también debe existir sufrimiento para que haya aprendizaje" – respondió Kaos, contemplando el caos que había ayudado a crear.

Finalmente, decidieron dar a las criaturas un regalo sutil: la fragilidad.

"Serán conscientes de su lucha. Aprenderán a ver el día y la noche como un ciclo. Desde el hambre hasta la saciedad, desde la guerra hasta la paz" – dijo la esfera.

"Es un juego peligroso" – advirtió Kaos.

Con el tiempo, las criaturas comenzaron a desarrollar la comprensión, el amor y la unidad. Las aves compartieron la luz del amanecer con las plantas, y los reptiles encontraron refugio y compañía entre los árboles. La armonía que parecía haber olvidado su existencia, comenzó a florecer.

Y así, en el inmenso universo, la esfera y Kaos comprendieron que creador y creación eran, al final, dos partes de un todo. El caos trajo el equilibrio, y el equilibrio, a su vez, trajo la vida.

De esta forma, el mundo continuó girando en su danza eterna, donde el amor y la lucha eran dos caras de la misma moneda, y la chispa que había dado inicio a todo seguía brillando, iluminando incluso las sombras que una vez habían oscurecido todo.

FIN.

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