El silencio del gallito cantor
Érase una vez en un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoíris, donde vivía un gallito llamado Tito. Tito era conocido por todos como el gallito cantor, ya que cada mañana, al amanecer, hacía que todos los habitantes del pueblo se despertaran con su hermoso canto.
Un día, el sol salió espléndido, pero, para sorpresa de todos, Tito no cantó. Los habitantes de Arcoíris se miraron unos a otros, intrigados.
"¿Dónde está el canto de Tito?" - preguntó Doña Margarita, la dueña de la panadería.
"¡No puede ser! Hoy es un día especial, la feria del pueblo empieza" - exclamó el niño Lucas, que siempre esperaba el canto de Tito para salir corriendo hacia la plaza.
Los minutos pasaban y el canto no llegaba. Preocupados, los habitantes decidieron ir a buscar al gallito.
Al llegar a su gallinero, encontraron a Tito mirando por la ventana, con una expresión de tristeza.
"¿Tito, qué te pasa?" - le preguntó Lucas, acariciando su pluma brillante.
"Hoy no puedo cantar..." - respondió Tito con un susurro. "No encuentro la alegría en mi corazón".
"Pero, ¿por qué, amigo?" - inquirió Doña Margarita, mientras los demás se acercaban.
"Ayer presencié una discusión entre dos de mis amigos, la gallina Clara y el pato Pablo. No sé cómo ayudarles, y eso me tiene preocupado" - confessó Tito, con una lágrima que brillaba en su ojo.
Al escuchar esto, los amigos de Tito se unieron para pensar en una solución.
"Tal vez necesitan escuchar sus puntos de vista" - sugirió Lucas.
"Sí, podríamos organizar un encuentro para que hablen y se entiendan" - propuso Doña Margarita.
Tito miró a sus amigos, sintiendo que tal vez esa podría ser una buena idea. Así que decidió que si podía ayudar a sus amigos, podría también recuperar su alegría. Hecho esto, Tito les habló a Clara y Pablo:
"¡Chicos! Mañana haremos una reunión en la plaza para dialogar entre ustedes. Es importante que se entiendan".
Al día siguiente, el pueblo se reunió en la plaza. Tito, con voz temblorosa pero decidida, explicó la importancia del diálogo y la escucha activa.
"Siempre recuerda que aunque tengas diferencias, la amistad es lo más importante" - dijo Tito, mirándolos a los ojos.
Clara y Pablo se miraron, reflexionando sobre las palabras de Tito. Luego, Clara habló:
"Lo siento, Pablo. Me descontrolé y no consideré tu opinión en el juego."
"Yo también lo siento, Clara. Quería divertirme, pero no pensé en cómo te sentías" - respondió Pablo.
Con cada confesión y cada disculpa, el aire se llenó de risas y felicidad, y algo maravilloso ocurrió: Tito, sintiéndose inspirado, comenzó a cantar. Su canto brilló como nunca antes, llenando el aire con una melodía alegre.
"¡Bravo, Tito!" - gritó Lucas, aplaudiendo.
"Tu canto ha vuelto, querido amigo" - exclamó Doña Margarita, con una sonrisa.
Así fue como Tito entendió que a veces la tristeza de uno puede ser aliviada ayudando a otros. Desde entonces, cada mañana su canto era más hermoso que el anterior, porque no sólo se alegraba por sí mismo, sino porque sabía que su voz podía unir a todos.
Y así, Tito el gallito cantor se convirtió no solo en el despertador de Arcoíris, sino también en un verdadero símbolo de amistad y solidaridad en el pueblo.
FIN.