El Sismo en el Salón



Era un martes soleado y los 500 estudiantes de la Escuela de la Amistad estaban en pleno aula, listos para aprender. El ambiente era de risas y juegos, y todos esperaban ansiosos a que el maestro Nicho, conocido por su buen humor y sus historias increíbles, comenzara la clase. Pero en ese momento, un fuerte temblor sacudió el edificio. Las luces parpadeaban y los muebles chirriaban de manera inquietante.

"¡Silencio, por favor!" - gritó el maestro Nicho, tratando de calmar a los estudiantes que empezaron a gritar de miedo.

"¡Es un sismo! No se asusten, sigan mis instrucciones y mantengan la calma. Vamos hacia la puerta de salida, despacito y tranquilos."

Con su muleta en la mano, el maestro Nicho se movía con dificultad, pero su determinación era contagiosa. Los estudiantes, aunque asustados, lo miraban con admiración. Querían ayudarlo.

"Maestro, déjennos ayudarlo a salir primero!" - dijo Tomás, un chico de primera fila, acercándose.

"No, Tomás, todos juntos. Primero la seguridad de todos. Luego me ayudarán." - respondió Nicho con una voz firme.

Al ver la valentía del maestro, los estudiantes comprendieron que no podían dejarse llevar por el miedo. Al unísono, comenzaron a organizarse por filas y se dirigieron hacia la salida, siguiendo la voz tranquilizadora de Nicho. Pero, a medida que avanzaban, el suelo temblaba y había un gran revuelo.

Cuando estaban cerca de la salida del salón, escucharon un grito. Era Sofía, una pequeña que había caído al suelo y no podía levantarse.

"¡Maestro!" - gritó Sofía, con lágrimas en los ojos.

Nicho se detuvo y la miró, sabiendo que no podía caminar rápido.

"¡No se preocupen, chicos! Vamos a ayudarla. No la dejaremos sola."

Los estudiantes se miraron entre sí, y sin pensarlo, un grupo se acercó a Sofía.

"Nosotros te ayudamos, ¡dale, levantate!" - animaron.

Viendo eso, Nicho se sonrió y gritó:

"¡Eso es! En equipo, somos más fuertes. Vamos!"

Utilizando la creatividad, formaron un —"puente"  con los bancos para ayudar a Sofía a ponerse de pie. Otros chicos empujaron los escritorios para formar un camino claro hacia la salida. Poco a poco, Sofía se levantó, y con mucha más confianza, tomó la mano de sus compañeros y avanzó.

Finalmente, todos lograron salir al patio de la escuela. La tierra seguía temblando, pero estaban a salvo. Cuando llegó el momento de contar lo que sucedió, los estudiantes se dieron cuenta de que había algo extraordinario en ese día.

"¡Miren!" - exclamó una chica, señalando hacia el cielo.

Allí, en el cielo azul, se formaba un arcoíris, como un símbolo de esperanza después de la tormenta.

"Cada uno de nosotros hizo lo posible para salir todos juntos. Fue un trabajo de equipo increíble," - reflexionó Nicho, emocionado.

Mientras observaban el arcoíris, el maestro concluyó:

"No importa cuántas dificultades se presenten. Si nos unimos y nos ayudamos, podemos superar cualquier cosa. Recuerden siempre lo que sucedió hoy."

Los estudiantes, aún impresionados, asintieron. Al mirar el arcoíris, se sintieron más unidos que nunca y listos para afrontar cualquier desafío, sabiendo que juntos, siempre podrían encontrar una solución.

Y así, el sismo no solo fue un acontecimiento para recordar, sino que se convirtió en una lección de vida, donde el valor, la amistad y la solidaridad prevalecieron por encima de cualquier adversidad.

Luego ese mismo día, los estudiantes decidieron hacer un mural en la entrada de la escuela, donde pintaron un enorme arcoíris con la frase: "Juntos podemos superar todo."

El maestro Nicho, mirando el mural, sonrió y se sintió orgulloso de sus alumnos.

"A veces, la vida nos presenta desafíos imprevistos, pero los colores más brillantes vienen cuando estamos unidos. No olviden esto, chicos. ¡Son muy especiales!"

Y así, con risas y alegría, todos los estudiantes aprendieron no solo sobre el sismo, sino también sobre lo importante que es estar juntos y apoyarse mutuamente en los momentos difíciles.

FIN.

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