El sistema de dibujitos de Elena



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Elena. Tenía 10 años y una curiosidad infinita por el mundo que la rodeaba. A Elena le encantaba dibujar, y pasaba horas en su cuaderno, creando personajes divertidos y coloridos. Pero había algo que le preocupaba a Elena: en su colegio, muchos de sus compañeros se sentían perdidos con las tareas y los acuerdos que tenían que seguir en clases.

Un día, mientras estaba en su habitación, tuvo una idea brillante. - ‘¿Y si creo un sistema que ayude a mis compañeros a entender mejor lo que tenemos que hacer? ’ - pensó entusiasmada.

Con sus lápices de colores y un montón de hojas, se puso manos a la obra. Comenzó a dibujar un calendario de actividades, donde cada día tendría un dibujo que representara las tareas que debían realizar. - ‘Esto será más divertido y fácil de recordar’, - dijo con una sonrisa.

Al día siguiente, llevó su calendario de dibujitos a la escuela. Cuando entró al aula, sus compañeros la miraron con curiosidad. - ‘Elena, ¿qué es eso que llevas? ’ - preguntó su mejor amiga, Valentina.

- ‘Es un sistema de dibujitos para que todos podamos recordar nuestras tareas de una manera divertida’, - respondió Elena con orgullo.

Elena mostró su calendario a la maestra, la señora Rosa, quien quedó muy impresionada. - ‘Es una idea maravillosa, Elena. Tal vez podrías presentarlo a la clase’, - sugirió la señora Rosa.

- ‘¡Sí! ’, - exclamó Elena con entusiasmo.

Durante la clase, Elena explicó cómo funcionaba su sistema. Cada dibujo representaba una actividad, y las fechas eran claras y coloridas. Había un sol para los días de deportes, un libro para los días de lectura y una guitarra para los días de música. Los niños estaban fascinados.

- ‘¡Yo quiero uno! ’, - gritó Javier, un niño que a menudo se olvidaba de las tareas.

- ‘¿Puedo tener un dibujo de un dragón para la clase de arte? ’ - preguntó Sofía, una porrista creativa.

- ‘¡Claro que sí! Puedo hacer uno personalizado’, - contestó Elena, emocionada por la reacción de sus amigos.

Día tras día, los niños comenzaron a usar el sistema de dibujitos de Elena. La maestra Rosa, impresionada por el entusiasmo, decidió que era una buena idea hacer un mural en el pasillo de la escuela para que todos los alumnos pudieran verlo. Entonces, Elena y sus amigos se juntaron después de clases para pintarlo.

- ‘Vamos a hacer un dibujo gigante donde cada sección sea un día de la semana’, - propuso Elena.

- ‘Y cada uno puede aportar dibujos de sus actividades favoritas’, - sugirió Valentina.

El día del mural llegó, y todos estaban emocionados. Mientras pintaban, Elena notó que algunos niños, que normalmente no jugaban juntos, ahora estaban sonriendo y compartiendo ideas. La creatividad estaba desbordando en el salón.

- ‘Mirá, Sofía, ¡tu dragón quedó espectacular! ’, - dijo Javier, orgulloso de su trabajo.

- ‘Y tu sol brilla tanto, Elena’, - respondió Sofía, mientras los colores vibrantes llenaban la pared.

Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, mientras trabajaban en el mural, algunos chicos comenzaron a discutir sobre cómo debían ser los dibujos.

- ‘¡No puede ser un perro, tiene que ser un gato! ’, - gritó Lucas, exasperado.

- ‘Pero a mí me gusta más el perro, ¡y yo lo dibujé primero! ’ - respondió Pablo.

Elena, al ver la discusión, se acercó a ellos. - ‘Chicos, podemos hacer ambos. ¿Por qué no dibujamos un perro y un gato juntos? Así todos estarán contentos’, - sugirió con una sonrisa.

Los niños se miraron, dubitativos al principio, pero luego asintieron. - ‘Está bien, ¡hagámoslo! ’, - dijeron al unísono.

Así, con el tiempo, el mural se llenó de todos los dibujos que cada uno quería, creando un hermoso paisaje de actividades y emociones.

Cuando el mural estuvo terminado, la señora Rosa organizó una fiesta para celebrar. Todos los niños se sintieron orgullosos, no solo por el hermoso mural, sino porque habían trabajado juntos, superando sus diferencias.

- ‘Gracias, Elena, por tu idea. Nos ayudaste a hacer esto posible’, - dijo Javier.

- ‘¡Sí, sos una genia! ’, - añadió Sofía.

- ‘Lo mejor de todo es que aprendimos a trabajar en equipo’, - concluyó Lucas, sonriendo.

Desde ese día, en la escuela de Elena, todos usaron su sistema de dibujitos, y la creatividad se volvió parte de la rutina escolar. Elena comprendió que, a veces, la clave para resolver problemas es buscar la manera de unir a los demás.

- ‘Cada persona tiene algo especial que aportar’, - pensó Elena mientras miraba su mural, lleno de vida y color. Y así, con la fuerza de su imaginación y un poco de trabajo en equipo, los días en la escuela se volvieron mucho más alegres y coloridos para todos.

FIN.

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