El Skateboarding de Miranda

Había una vez una niña llamada Miranda que amaba el skateboarding. Era su pasión y no podía pasar un día sin subirse a su tabla y deslizarse por las calles de su barrio.

Un día, Miranda decidió aventurarse fuera del barrio y encontró un campo abandonado perfecto para practicar sus trucos. Pero lo que no sabía era que ese campo tenía un gran peligro: estaba lleno de vidrios rotos.

Cuando Miranda comenzó a patinar, sintió una extraña sensación en su pie. Al mirar hacia abajo, se dio cuenta de que había pisado un vidrio roto y le había cortado la piel. El dolor fue inmediato y tuvo que ser llevada al hospital.

En el hospital, los médicos le dijeron a Miranda que tendría que estar en reposo durante un tiempo para curar su herida. Esto significaba no poder patinar durante semanas, algo terrible para ella.

"¿Cómo voy a vivir sin mi skate?", se lamentaba Miranda. Ella se sentía muy triste por tener que dejar temporalmente su deporte favorito. Pero entonces recordó algo importante: sus amigos también amaban el skateboarding tanto como ella. "¡Tengo una idea!", exclamó Miranda emocionada.

"Voy a enseñarles todo lo que sé sobre el skateboard". Así fue como Miranda organizó clases de skateboarding para niños en su barrio mientras se recuperaba de su lesión.

A pesar de no poder patinar ella misma, disfrutaba viendo cómo otros aprendían y mejoraban sus habilidades en la tabla. Con el tiempo, la herida de Miranda sanó completamente y finalmente pudo volver a montar en su skateboard con seguridad.

Pero había aprendido una valiosa lección: no siempre se trata de uno mismo, sino también de compartir tus habilidades y conocimientos con los demás. "Nunca debemos darnos por vencidos", dijo Miranda a sus amigos. "Siempre podemos encontrar nuevas formas de seguir adelante y ayudar a otros en el camino".

Desde ese día, Miranda se convirtió en una inspiración para todos los niños del barrio que amaban el skateboarding. Y juntos, siguieron patinando y mejorando cada día más.