El Sol y la Sombra



Era un hermoso día de verano, y los niños de la ciudad estaban ansiosos por disfrutar de un merecido día de playa. Entre ellos estaba Sofía, una niña con cabellos rizados y un espíritu aventurero, y su mejor amigo, Lucas, que siempre traía un juego divertido para experimentar.

"¡Sofía! ¡Vamos a la playa!" - gritó Lucas emocionado mientras saltaba de un pie al otro.

"¡Sí! No puedo esperar para sentir la arena entre mis dedos y el sol en mi cara!" - respondió Sofía mientras se ponía su sombrero de playa.

Al llegar, el aroma del mar y el sonido de las olas envolvieron a los niños. Se instalaron con sus toallas en la arena y comenzaron a jugar. Sofía decidió que ese día aprendería a hacer castillos de arena.

"Mirá, Lucas, ¡disfrutemos del sol! Pero tenemos que cuidar nuestra piel. ¿No leíste sobre la importancia del protector solar?" - preguntó Sofía, recordando una lección en la escuela.

"Claro, pero a veces se me olvidan las cosas..." - admitió Lucas mientras abría su mochila.

Un poco más tarde, Sofía y Lucas comenzaron a construirse un castillo. Usaron baldes, palas y mucha imaginación. Mientras jugaban, aparecieron otros niños, que se unieron a su juego. El castillo creció tanto que parecía un verdadero palacio.

"¡Esto es espectacular!" - gritó un niño llamado Martín, con ojos brillantes.

"¡Qué lindo quedaría si lo decoramos con conchitas y caracoles!" - sugirió Sofía.

Pero mientras todos estaban distraídos, Lucas comenzó a jugar con el agua y a mojar a sus amigos. A Sofía le pareció gracioso al principio, pero luego empezaron a notar que el sol estaba muy fuerte, y la piel de todos se sentía caliente.

"Oye, Lucas, creo que deberíamos ponernos un poco de protector solar. Ya no estamos en la sombra y el sol puede quemarnos." - dijo Sofía, preocupada.

"¡Oh, sí! Tenés razón. ¡Vamos a protegernos!" - respondió Lucas mientras buscaba el frasco de protector.

Al aplicarse, la diversión continuó, pero algo inesperado ocurrió. Un fuerte viento sopló y, de repente, su castillo de arena comenzó a desmoronarse. Los niños se miraron unos a otros con preocupación.

"¡No! ¡Nuestro castillo!" - exclamaron al unísono.

"No se preocupen, podemos volver a construirlo. La arena no se va a ir a ningún lado, y si lo hacemos juntos será aún mejor" - propuso Sofía con una gran sonrisa.

Con el mismo entusiasmo que les llenaba el día, los niños volvieron a unir fuerzas y, esta vez, decidieron construir algo diferente. En lugar de un castillo, crearon una gran ciudad de arena con calles, casas y un parque.

"¡Esto es increíble!" - dijo Martín mientras esculpía una pequeña plaza.

"¡Mirá! ¡No necesitamos un castillo! ¡Nuestra ciudad es mucho mejor!" - exclamó Sofía con alegría.

Al terminar, se dieron cuenta de que colaborar había sido la clave para hacer algo más grande y divertido.

Los adultos que pasaban los miraban sonriendo. Un poco más tarde, la madre de Sofía se acercó:

"¡Chicos! ¡Han hecho un trabajo maravilloso! Siempre es bueno recordar que la diversión debe ir acompañada de cuidado. ¡Nunca olviden protegerse del sol si están al aire libre!" - les dijo.

Los niños asintieron, sintiéndose orgullosos de su ciudad y de recordar lo importante que es cuidarse. Al final del día, Sofía y Lucas reflexionaron sobre lo que habían aprendido.

"Me alegra que hayamos pensado en ponernos protector solar. Nos cuidamos y además nos divertimos un montón!" - dijo Lucas.

"Sí, y también aprendimos que podemos crear cosas sorprendentes cuando trabajamos juntos. ¡Hoy fue un gran día!" - concluyó Sofía mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte.

Y así, con corazones llenos de alegría y un hermoso recuerdo en sus mentes, los niños se despidieron de la playa, sabiendo que cada día es una nueva oportunidad para aprender y disfrutar, siempre cuidándose entre amigos.

FIN.

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