El Sombrero Mágico de Don Pablo



Era una tarde soleada en el campo, donde un abuelo sabio y generoso llamado Don Pablo, era el alma de la granja. Tenía un sombrero de paja que siempre llevaba puesto, que había heredado de su propio abuelo. En su granja vivían gallinas que cacareaban felices y vacas que pastaban tranquilas bajo la sombra de los árboles.

Un día, mientras Don Pablo estaba sentado en su porche, las gallinas comenzaron a alborotarse.

- ¡Cuidado, Don Pablo! - gritó una de las gallinas - ¡Una sombra se acerca!

Don Pablo sonrió y se puso su sombrero con firmeza.

- No se preocupen, queridas gallinas. Quizás es solo una nube - respondió.

Pero, para su sorpresa, la sombra era de un viajero que pasó caminando por el sendero que bordeaba su campo. Era un niño llamado Luca que, al ver el sombrero de Don Pablo, se acercó curioso.

- ¡Hola! - saludó Luca - Tu sombrero es gigante y muy bonito. ¿Es mágico?

Don Pablo se rió y acarició su sombrero.

- Este sombrero ha visto muchas cosas, pero su magia viene de las historias que cuento mientras lo llevo puesto. ¿Te gustaría escuchar una?

Luca asintió con entusiasmo. Entonces, mientras el sol comenzaba a esconderse detrás de las colinas, Don Pablo comenzó a contar una historia sobre un viaje que había hecho a la luna llena, donde conoció a una vaca que podía volar y a un arcoíris que jugaba a esconderse.

- Una vez, mientras paseaba por el campo, vi un arcoíris asomándose por una esquina. Fue entonces cuando decidí seguirlo. - narró Don Pablo con emoción. - A medida que me acercaba, la tierra se iluminaba con colores brillantes.

Luca quedó fascinado y los ojos de las gallinas brillaban con cada palabra del abuelo.

- ¿Y qué pasó después, Don Pablo? - preguntó intrigado Luca.

- Al final del arcoíris, encontré una copa de oro brillante - continuó Don Pablo, levantando su mano como si sostuviera la copa. - Tuve que resolver un acertijo para obtenerla. Y eso me enseñó que siempre debemos ser valientes y astutos.

Luca nunca había escuchado una historia así. Quería saber más, así que le hizo una pregunta:

- ¿Y qué hiciste con la copa?

Don Pablo se rascó la cabeza pensativo.

- Decidí que no era el tesoro en sí lo que importaba, sino la aventura y lo que aprendí en el camino. Así que lo dejé en el campo del arcoíris para que otros la encontraran y aprendieran también.

Justo en ese momento, la luna llena comenzó a asomarse en el cielo y las estrellas parpadeaban.

- ¡Mirá, Don Pablo! - gritó Luca señalando al cielo. - ¡El arcoíris está volviendo!

Don Pablo se rió y se puso a pensar en todas las maravillas que había visto, y cómo cada historia que contaba capaz de encantar e inspirar.

- Vamos a seguir contando historias mientras la luna está en su esplendor. ¿Te gustaría inventar una historia juntos? - preguntó Don Pablo.

- ¡Sí! Pero yo quiero que en la historia, las gallinas tengan superpoderes - propuso Luca, con un brillo en los ojos.

Así, la imaginativa historia de las gallinas mágicas comenzó a tomar forma, llenando la noche con risas y sueños.

De ese día en adelante, cada vez que Luca visitaba a Don Pablo, se sentaban juntos al caer la tarde, rodeados de gallinas, vacas y la belleza del campo, inventando nuevas historias llenas de magia y aventura, construyendo no solo un mundo imaginario, sino también un lazo de amistad que iluminaba sus corazones como la luna llena en el cielo.

Y así, concluyó aquella jornada mágica, con la certeza de que, en cualquier lugar y en cualquier historia, la verdadera magia reside en compartir momentos y crear cuentos juntos.

FIN.

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