El Soñador de Estrellas



En una galaxia lejana, un niño llamado Aquilino miraba cada noche al cielo estrellado desde su ventana. Su habitación estaba llena de dibujos de planetas y criaturas extraordinarias.

Aquilino, aunque tenía una familia hermosa, se sentía un poco solitario. Siempre le había deseado tener un hermano o hermana con quien compartir sus sueños. "¿Por qué no puedo viajar a esos mundos fantásticos que veo en mis libros?", se preguntaba.

Una noche, cuando se fue a dormir, Aquilino cerró los ojos y deseó más fuerte que nunca. De repente, se encontró flotando en un vasto cielo estrellado. "¡Guau! ¡Estoy en el espacio!", exclamó, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.

Mientras surcaba el cosmos, conoció a Estela, una niña de un planeta llamado Lumina. Ella tenía el cabello plateado y ojos que brillaban como las estrellas. "¡Hola! Soy Estela, y he estado esperando a alguien como vos", dijo sonriendo. Aquilino estaba sorprendido. "¿A alguien como yo?", preguntó curioso.

"Sí, alguien que sueña con volar entre las estrellas y descubrir nuevos mundos. Ven, tengo un lugar especial para mostrarte", respondió Estela emocionada.

Juntos viajaron a diferentes planetas. En un planeta de caramelo conocieron a Félix, un niño regordete que hacía las mejores golosinas del universo. "¡Prueben mis caramelos voladores!", gritó Félix mientras lanzaba dulces por el aire. Aquilino y Estela rieron y se llenaron de golosinas. Pero también aprendieron a cuidar el medio ambiente, ya que Félix les contó que había que reciclar los envoltorios para mantener el planeta limpio.

Después, viajaron a un mundo cubierto de flores. Allí, conocieron a Lía, una niña que hablaba con las plantas. "¿Pueden ayudarme a organizar un festival? Las flores quieren danzar y compartir su belleza con todos", les pidió. Aquilino y Estela se pusieron manos a la obra, y juntos organizaron un maravilloso festival lleno de música y risas. Aprendieron que al trabajar en equipo, podían crear algo increíble.

Pero un día, un nublado misterioso cubrió el cielo. Aquilino se sintió preocupado. "¿Qué está pasando?", preguntó.

"Es el Rey Nubloso, que quiere robar los colores de nuestras flores para hacerse más poderoso", explicó Estela.

Aquilino decidió que no podían dejar que eso suceda. "¡Debemos hacer algo!", dijo con determinación.

Los tres amigos se unieron y viajaron al palacio del Rey Nubloso. Al llegar, encontraron un inmenso cuarto oscuro lleno de colores cautivos en frascos. "¿Por qué haces esto?", le preguntó Aquilino al rey, que lucía triste.

"Soy Nubloso porque he estado solo. Creí que robando colores tendría amigos", admitió el rey con voz temblorosa.

Aquilino y sus amigos comprendieron que la soledad del rey lo había llevado a cometer esos actos. "La verdadera amistad no se encuentra en posesiones, sino en compartir momentos y sonrisas", dijo Aquilino.

El Rey Nubloso se emocionó tanto que liberó todos los colores y prometió ser un buen amigo. Aquilino, Estela y Félix lo invitaron a su festival de flores, y desde entonces, nunca más se sintió sólo.

Cuando Aquilino despertó de su sueño, tenía una sonrisa en el rostro. Supo que había confabulado aventuras y aprendido valiosas lecciones. Toda la noche pensó en sus amigos lejanos y en el Rey Nubloso, pero se sintió agradecido. "No necesito un hermano para viajar, tengo amigos en este vasto universo", dijo en voz alta, decidido a seguir soñando.

Cada vez que cerraba los ojos, sabía que podía volver a esos mundos mágicos. Ahora, nunca más se sentiría solo y siempre tendría una historia que contar en la hora de la cena con su familia. Aquilino había encontrado la clave para abrir la puerta de su imaginación y fromar nuevas amistades, sin importar las distancias. Y así, el niño soñador de estrellas continuó sus aventuras, recordando siempre que en cualquier lugar del universo, siempre hay alguien esperando hacer nuevos amigos.

FIN.

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