El sonido del coraje
Había una vez un niño llamado Tomi, un pequeño con mucha imaginación y un amor profundo por los colores. Sin embargo, había algo que lo incomodaba mucho en el colegio: el ruido. Durante los recesos, sonaban los gritos de sus compañeros, los timbres y hasta las risas que parecían resonar en su cabeza, haciéndolo cubrirse los oídos y perderse en su mundo interno.
Un día, tras unos días difíciles en la clase, donde el sonido lo había hecho sentir muy angustiado, su mamá lo llevó a un paseo al parque. Mientras caminaban, Tomi vio a un grupo de niños jugar y reír. Se quedó parado, tapándose los oídos, mientras su mamá le decía:
"¿Por qué no te unes a ellos, Tomi?"
"Es que no puedo, mamá. El ruido me molesta mucho..."
Su madre lo abrazó y comprendió. Esa tarde, decidieron ir a casa y hablar sobre cómo mejorar la situación. Tomi tenía dificultades para disfrutar de su ambiente; cada día en el colegio se estaba convirtiendo en un desafío mayor. Pero su mamá le propuso una idea nueva.
"Tomi, ¿y si buscamos algo que ayude a filtrar esos ruidos que tanto te molestan?"
"¿De verdad eso existe?"
Esa misma noche, papá y mamá se pusieron a investigar y encontraron unos filtros auditivos especiales. Eran como unos pequeños auriculares que, en lugar de hacer desaparecer los sonidos, solo dejaban pasar los que no molestaban tanto. Tomi se sintió emocionado al escuchar la noticia.
Al día siguiente, al entrar a su salón de clases, se puso los filtros. Al principio, lo hizo con un poco de nervios, pero con cada rayo de sol que entraba por la ventana, sintió que su corazón latía más fuerte.
"Hoy va a ser diferente, lo sé..." - se dijo a sí mismo.
Cuando sonó el timbre, en lugar de taparse los oídos, se quedó quieto, observando. Para su sorpresa, aunque el ruido seguía siendo alto, ahora podía manejarlo mejor. Los gritos se convertían en murmullo, las risas en ecos lejanos. ¡Era un nuevo mundo!
Esa semana, se hizo más fácil unirse a sus compañeros. Un día, la maestra, la Sra. Valentina, les propuso un juego de arte.
"Chicos, hoy pintaremos un mural juntos. ¿Quién quiere ayudarme?"
Tomi sintió un cosquilleo en su pancita. Sin pensarlo, levantó la mano.
"¡Yo quiero!"
Sus compañeros se sorprendieron, nunca lo habían visto tan entusiasmado.
La clase entera comenzó a trabajar en el mural, y Tomi se sintió parte del grupo. Juntos eligieron colores vibrantes, y él tenía la mejor idea:
"Podríamos hacer un sol que sonría, para que todos se sientan felices. ¡Puede ser un arcoíris!"
Los niños comenzaron a reír y a discutir sobre cómo podrían hacer el sol, sus risas se desbordaban por el aula.
Pero entonces, un niño llamado Luca, que era uno de los más ruidosos, accidentalmente derramó pintura en la mesa.
"¡Oh no!" -exclamó Luca, asustado.
"¡Esto va a ser un desastre!"
Al oír el grito de Luca, Tomi sintió un pequeño escalofrío recorrer su cuerpo. Pero se detuvo, respiró hondo y pensó:
"Es solo un pequeño accidente. ¡Podemos solucionarlo!"
"¿Pueden ayudarme, chicos?" -les dijo Tomi.
Los niños se quedaron boquiabiertos.
"¿Cómo lo sabes, Tomi?"
"Si nos unimos, podemos limpiar la pintura y seguir pintando el mural. ¡El sol no puede esperar!"
Con su espíritu de colaboración, comenzaron a limpiar el desastre. Pronto, el mural volvió a cobrar vida, y el sol comenzó a brillar con más fuerza que nunca. Tomi sintió una gran satisfacción. Ahora el ruido de los niños no solo le molestaba, sino que se estaba convirtiendo en risas y creatividad.
Al final de la clase, la Sra. Valentina se acercó a Tomi.
"Estoy muy orgullosa de vos, Tomi. No solo usaste tus filtros, sino que también mostraste que con coraje y trabajo en equipo podemos lograr grandes cosas. ¿Te gustaría ser el líder de nuestro próximo proyecto?"
"¡Sí!" -respondió Tomi, con una gran sonrisa.
Desde ese día, Tomi ya no se tapaba los oídos. Los filtros auditivos le habían abierto un nuevo mundo, donde no solo escuchaba, sino que también podía compartir momentos mágicos con sus amigos.
El coraje que había encontrado dentro de sí mismo había transformado los ruidos en melodías de aventuras. Y aunque seguía siendo algo sensible a los sonidos, cada día se sentía más fuerte y más feliz. Y así, Tomi aprendió que a veces, resolver un problema puede llevar a descubrir nuevos caminos llenos de alegrías y amistades.
Fin.
FIN.