El Sueño bajo la Lluvia
Era un día gris y lluvioso en el pequeño pueblo de Esperanza. Lucas, un niño de diez años, se encontraba solo bajo su paraguas rojo, viendo cómo las gotas caían con fuerza sobre el asfalto. A pesar de la lluvia, Lucas tenía una imaginación brillante, y muchas veces su mente viajaba a mundos fantásticos. Sin embargo, hoy solo se sentía un poco triste, miraba a los chicos jugar a lo lejos, pero él no tenía compañía.
Mientras esperaba que la lluvia amainara, cerró los ojos por un momento y recordó a la niña que había visto en sus sueños la noche anterior. Su cabello era largo y dorado, como los rayos de sol que estaban ocultos tras las nubes. También tenía una sonrisa que iluminaba el día más oscuro.
De repente, un rayo de luz brilló justo enfrente de él. Lucas abrió los ojos y, allí, bajo su propio paraguas, se encontró con aquella niña soñada.
"¿Eres real?" - preguntó Lucas, atónito.
"Soy real solo para ti" - respondió la niña con una voz dulce como la miel. "Me llamo Sol y he venido a buscarte. ¿Quieres jugar conmigo?"
El corazón de Lucas latía a mil por hora. No podía creer que la niña de sus sueños estuviera allí, justo delante de él.
"Pero... está lloviendo" - dijo Lucas.
"No importa, la lluvia a veces puede ser divertida. Ven, vamos a encontrarnos con los colores de la lluvia" - dijo Sol, mientras agachaba su paraguas y tomaba la mano de Lucas.
Juntos, caminaron por la calle bajo un mismo paraguas. Pero en lugar de sentir la fría lluvia, Lucas comenzó a ver colores vibrantes a su alrededor. Cada charco en el suelo reflejaba los colores del arcoíris que se extendía sobre ellos.
"¡Mirá! Cada vez que caminamos, los charcos se convierten en pintura" - exclamó Sol mientras saltaba en uno.
Lucas la siguió, saltando entre los charcos. Donde posaban sus pies, dejaban un rastro de colores vivos. Las risas de ambos resonaban, y cada vez que reían, parecía que la lluvia caía en acordes musicales.
Sin embargo, de repente, un trueno fuerte retumbó por el cielo. Lucas se detuvo, recordando que estaba bajo la lluvia y no tenía una verdadera amiga.
"¿No tienes miedo?" - preguntó Lucas.
"El miedo es solo un ladrón de sueños" - respondió Sol, con confianza. "Si lo dejas entrar, se lleva todo lo que hay dentro de ti. Pero si sigues adelante, el miedo solo se convierte en fuerza. Mira alrededor, ¡la lluvia sostiene secretos hermosos!"
Lucas se sintió un poco más fuerte. Juntos, decidieron enfrentar la tormenta. En lugar de preocuparse, comenzaron a contar historias sobre lo que veían. Cada árbol era un castillo, cada nube un barco navegando por los cielos.
Mientras la lluvia caía, los dos niños crearon un mundo donde todo era posible. Hasta que llegaron a un gran charco, más grande de lo que habían visto antes. Era casi como un espejo.
"Vamos a saltar a la aventura de este charco" - dijo Sol emocionada.
"No sé si podemos" - dudó Lucas.
"Si lo soñaste, lo podemos lograr" - animó Sol.
Respirando hondo, Lucas tomó impulso y saltó. Para su sorpresa, el charco lo llevó a un mundo lleno de criaturas fantasticas, donde los árboles hablaban y las estrellas danzaban.
"¿Estamos soñando?" - preguntó Lucas, maravillado.
"¡No! Esto es real, pero es real porque creíste!" - respondió Sol. "Cada sueño que tienes puede volverse realidad si no dejas que el miedo se interponga. Tu valentía te trajo aquí, Lucas."
Pasaron horas explorando aquel mundo mágico. Jugaron con hadas, cruzaron puentes de arcoíris y navegaron ríos de chocolate. Pero al final, Lucas sabía que debía volver a casa.
"¿Cómo salimos de aquí?" - preguntó.
"Simplemente, repite que quieres regresar. La verdad siempre está dentro de ti" - dijo Sol, mientras le daba un abrazo. "Gracias por permitirme ser parte de tu aventura."
Lucas cerró los ojos y repitió con fuerza: "Quiero regresar a casa". Y en un parpadeo, se encontró de vuelta bajo la lluvia, pero esta vez sonriendo.
La niña había desaparecido como una burbuja, pero su esencia quedaba en Lucas. La lluvia seguía cayendo, pero ya no era un día gris; ahora, era un día lleno de colores.
"¡Gracias, Sol!" - gritó Lucas al cielo, mientras se alejaba en su paraguas, sabiendo que la magia de los sueños siempre estaría con él.
FIN.