El sueño compartido



Había una vez una joven llamada Lucía, una universitaria que vivía en un pequeño pueblo del interior de Argentina. Lucía tenía grandes sueños y aspiraba a convertirse en una ingeniera exitosa.

Pero había un pequeño problema: la universidad más prestigiosa para estudiar ingeniería se encontraba en la gran ciudad, a varias horas de distancia de su hogar. A pesar de ello, Lucía no dejó que esto le impidiera perseguir sus metas.

Un día, con mucho entusiasmo y determinación, Lucía decidió mudarse a la ciudad para comenzar sus estudios universitarios. Era la primera vez que saldría de su pueblo natal y se sentía emocionada pero también un poco asustada por lo desconocido.

Al llegar a la ciudad, Lucía se dio cuenta de que ser foránea no era fácil. No conocía a nadie y todos parecían estar tan ocupados con sus propias vidas como para prestarle atención.

Pero ella no se rindió; sabía que el primer paso era encontrar un lugar donde vivir. Después de buscar durante varios días, finalmente encontró una modesta habitación en una casa compartida. Allí conocería a sus nuevos compañeros de piso: Martín y Laura.

Martín era un estudiante de medicina muy amable y servicial. Laura, por otro lado, estudiaba derecho y siempre estaba concentrada en sus libros.

Aunque al principio parecían tener personalidades muy diferentes, los tres jóvenes pronto descubrieron que tenían algo importante en común: todos compartían el deseo de triunfar en sus respectivas carreras. Lucia empezó las clases con mucho entusiasmo. Sin embargo, las asignaturas eran muy difíciles y no estaba acostumbrada al ritmo de la ciudad.

A veces se sentía abrumada y pensaba en rendirse, pero recordaba el motivo por el cual había llegado allí: sus sueños. Un día, mientras caminaba por el campus universitario, Lucía encontró un cartel que anunciaba una competencia de proyectos de ingeniería. Su corazón se llenó de emoción.

Decidió participar y comenzó a trabajar en su proyecto con dedicación y esfuerzo. A medida que pasaban los días, Lucía descubrió que Martín tenía conocimientos valiosos sobre su campo de estudio y Laura era experta en presentaciones orales.

Los tres jóvenes comenzaron a ayudarse mutuamente, compartiendo sus conocimientos y habilidades para mejorar sus proyectos individuales. El día de la competencia finalmente llegó. Lucía estaba nerviosa pero confiada en su trabajo.

Cuando llegó su turno para presentar su proyecto ante los jueces, habló con seguridad y pasión sobre cada detalle. Al final del evento, los resultados fueron anunciados: ¡Lucía había ganado el primer lugar! Sus compañeros de piso también recibieron reconocimiento por sus logros individuales.

Lucía comprendió entonces que ser foránea no era una debilidad sino una fortaleza. Haber dejado atrás su pueblo natal le permitió conocer personas maravillosas como Martín y Laura, quienes se convirtieron en amigos inseparables.

Con el tiempo, Lucía se graduó como ingeniera exitosa y regresó a su pueblo natal para compartir sus conocimientos con otros jóvenes talentosos que también soñaban con alcanzar grandes metas.

Y así, la historia de Lucía demostró que no importa de dónde vengas o las dificultades que encuentres en el camino, siempre puedes lograr tus sueños si tienes determinación, valentía y buenos amigos a tu lado.

FIN.

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