El sueño de Ana
Había una vez una niña llamada Ana, que vivía en una pequeña casa junto a su familia. Aunque tenía todo lo que necesitaba, Ana se sentía triste y solitaria.
Pasaba mucho tiempo en su habitación sin saber qué hacer para cambiar su situación. Un día, mientras jugaba en el jardín, un príncipe llamado Martín pasó por allí montado en su caballo blanco. Al ver a Ana con esa mirada triste, decidió acercarse y preguntarle qué le pasaba.
- Hola, ¿qué te ocurre? Pareces muy triste - dijo el príncipe Martín con amabilidad. Ana levantó la vista sorprendida de ver a un príncipe tan cerca de ella y le contó todas sus preocupaciones y tristezas.
- Entiendo cómo te sientes - respondió Martín comprensivo-. Mi castillo es un lugar lleno de alegría y diversión. ¿Te gustaría venir conmigo? Los ojos de Ana se iluminaron al escuchar esas palabras.
Nunca había imaginado poder vivir en un castillo como el del príncipe Martín. Sin perder tiempo, ambos se subieron al caballo blanco y partieron hacia el castillo real. Durante el camino, fueron conversando sobre sus sueños e ilusiones.
Cuando llegaron al castillo, Ana quedó maravillada por la belleza del lugar. Había jardines hermosos, salones decorados con elegancia y muchos sirvientes amables que los recibieron con alegría. Desde ese día, Ana comenzó a vivir junto al príncipe Martín en el castillo.
Juntos exploraban cada rincón y compartían momentos llenos de risas y diversión. Pero Ana también sabía que necesitaba estudiar para poder tener un futuro brillante.
Un día, mientras estudiaba en la biblioteca del castillo, Ana le contó al príncipe Martín su deseo de tener su propio castillo algún día. - Me encantaría ayudarte a cumplir tu sueño - dijo el príncipe con una sonrisa-. Trabajaré duro para juntar todo el dinero necesario y comprar un hermoso castillo solo para nosotros dos.
Ana se emocionó al escuchar esas palabras. Sabía que el príncipe Martín era alguien especial, dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Así fue como el príncipe comenzó a trabajar incansablemente para ahorrar dinero.
Mientras tanto, Ana se esforzaba en sus estudios, convirtiéndose en una niña inteligente y talentosa. Pasaron los años y finalmente llegó el día en que el príncipe Martín había ahorrado lo suficiente para comprar un castillo.
Juntos viajaron hacia ese nuevo lugar lleno de ilusiones y alegrías. El castillo de Ana era aún más hermoso de lo que ella había imaginado. Tenía grandes salones, jardines mágicos y hasta una sala dedicada exclusivamente a sus estudios.
Desde aquel momento, Ana supo que todos los sueños pueden hacerse realidad si trabajamos duro por ellos. Aprendió la importancia de la perseverancia, la amistad verdadera y nunca perder la esperanza.
Y así vivieron felices junto al amoroso príncipe Martín en su propio castillo, donde cada día era una nueva aventura llena de magia y aprendizaje. .
FIN.