El Sueño de Ana



Ana era una niña de 6 años llena de sueños y fantasías. Desde que era muy pequeña, había escuchado historias sobre los unicornio, esos mágicos seres que existían sólo en los cuentos. Con su cabellera rubia y ojos brillantes, ella soñaba con ver uno algún día. Todos los días, caía en la cuenta de que quizás nunca podría hacerlo.

"- ¡Ana, eso no puede ser verdad!" - le decía su amigo Tomás.

"- Los unicornios no existen, son solo fantasías para entretener a los chicos" - afirmaba su mamá.

"- Pero, mamá, yo sé que algún día los voy a ver. Son reales para mí", respondía Ana con una luz de esperanza en sus ojos.

A pesar de los comentarios escépticos de sus amigos y su familia, Ana nunca dejó que eso la desanimara. Tenía una pureza en su corazón que la mantenía firme en su creencia.

Un día, la maestra decidió llevar a toda la clase de Ana a un viaje escolar al bosque. Todos estaban emocionados. Cuando llegaron, comenzaron a explorar y a observar la flora y fauna del lugar.

"- Miren, un ciervo!" - gritó Marcos, apuntando emocionado.

"- ¡Qué bonito!" - exclamó Sofía.

Pero Ana no estaba pendiente de los ciervos ni de las aves. Ella había decidido aventurarse un poco por su cuenta, con la esperanza de que, quizás, un unicornio se le apareciera.

Mientras caminaba, Ana se adentró más y más en el bosque. De repente, se encontró en una pequeña claro lleno de flores de colores vibrantes.

"- ¡Qué lindo lugar!" - musitó Ana mientras giraba sobre sí misma.

Fue entonces cuando, de repente, un destello brillante iluminó el claro. Ana no podía creer lo que estaba viendo. Un hermoso unicornio blanco con un crin de arcoíris apareció frente a ella. Su corazón se llenó de alegría y asombro.

"- ¡Hola, pequeña!" - dijo el unicornio con una voz suave y melodiosa.

"- ¡Nunca voy a olvidar este momento!" - Ana gritó, mientras sus ojos se iluminaban.

El unicornio se acercó a ella, moviendo su cola con gracia, y le habló.

"- Tu pureza y valentía han hecho que pueda aparecerme ante ti. No dejes que nadie te diga que tus sueños son imposibles, porque con un corazón puro, todo puede suceder."

Ana sonrió de oreja a oreja.

"- ¡Gracias! Siempre voy a creer en los sueños!"

Así pasaron un rato juntos. Ana acarició suavemente al unicornio y le hizo muchas preguntas sobre su mágico mundo.

"- ¿Existen otros como vos?"

"- Sí, pero se esconden porque solo aparecen para aquellos que realmente creen en la magia de la vida."

Pero de pronto, Ana escuchó la voz de su maestra, llamándola.

"- ¡Ana, ven aquí!"

Ana se sintió un poco triste al escucharla, pero sabía que debía regresar.

"- Debo irme, pero nunca olvidaré este momento" - le dijo al unicornio.

"- Recuerda, siempre sigue tu corazón y tus sueños. Regresa aquí si alguna vez lo necesitas" - respondió el unicornio, mientras comenzaba a desvanecerse en un brillo de luz.

Ana regresó corriendo a su grupo, que la esperaba preocupados.

"- ¡Ana! ¡Te estuvimos buscando!"

"- Me perdí un momento, pero encontré..." - comenzó a contar, pero se dio cuenta que si lo decía, nadie le creería.

"- Encontré un lugar hermoso" - concluyó, sonriendo.

Después de ese día, Ana continuó soñando y creyendo en los unicornios, y nunca dejó que nadie le dijera lo contrario. Con cada historia que contaba de su aventura, poco a poco sus amigos comenzaron a entender que la imaginación y los sueños no tienen límites.

Y así, Ana aprendió que no hay nada más poderoso que el amor y la creencia en uno mismo, y que los sueños pueden hacerse realidad si tenemos corazones puros. Cada noche, antes de dormir, miraba hacia el cielo y le pedía al unicornio que volviese a verla. Nunca sabía, quizás con un poco de esperanza, el mágico ser volvería a aparecer.

Y así, en un rincón del bosque y en el corazón de Ana, los unicornios siguieron siendo una realidad mágica e inalcanzable.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!