El Sueño de Ana Martina
Érase una vez, en un hermoso campo en las afueras de un pintoresco pueblo, vivía una niña llamada Ana Martina. Ana Martina tenía un perro llamado Bicho, una gallina que se llamaba Clucky y un gato llamado Nube. Desde pequeña, soñaba con tener un montón de animales en su campo, pero hasta ahora solo contaba con esos tres.
Un día, mientras exploraba cada rincón del campo, Ana Martina vio un grupo de caballos que galopaban por un prado cercano.
"¿Te imaginas tener un caballo, Bicho? Sería tan divertido galopar juntos por el campo", dijo Ana Martina emocionada.
Bicho movió la cola, como si entendiera sus palabras, y sus ojos brillaron.
Ana Martina decidió que quería tener un caballo, así que fue a hablar con su papá.
"Papá, quiero tener un caballo. Podría ayudarme a cuidar del campo y también podríamos dar paseos juntos. ¡Sería increíble!"
Su papá sonrió y le dijo:
"Sos muy perseverante, Ana, pero tener un caballo también requiere mucho cuidado. Tendríamos que preparar un lugar para él y asegurarnos de que tenga suficiente comida y espacio."
Ana Martina entendió que necesitarían tiempo y esfuerzo, pero estaba decidida. Así que las dos empezaron a hacer un plan. Harían un corral, recogerían heno y buscarían un veterinario que les enseñara sobre el cuidado del caballo.
En el camino, conocieron a un granjero llamado Don Carlos, que tenía un campo lleno de animales de todo tipo. Una tarde, decidieron acercarse a él para pedirle consejo.
"Don Carlos, queremos tener un caballo. ¿Cómo lo hacemos?"
Don Carlos, con su sonrisa amplia, respondió:
"Lo primero es tener en claro qué tipo de caballo quieren. Hay que saber que cada animal necesita un tipo diferente de cuidados. Pero lo más importante es que deben tener paciencia, porque los animales son seres vivos, y hay que entenderlos."
Ana Martina pensó y le preguntó:
"¿Podría venir a verlos y aprender un poco más sobre ellos?"
"Por supuesto, siempre estoy feliz de compartir mis animales. Ven mañana temprano, y les mostraré todo."
Ana Martina estaba emocionada y fue corriendo a contarle a Bicho y a Clucky la gran noticia. Al día siguiente, se despertó temprano y se dirigió al campo de Don Carlos con Bicho y Clucky.
Al llegar, Ana se maravilló con el diverso grupo de animales. Desde patos chapoteando en una charca hasta caballos relinchando en la pradera. Pero había algo que a Ana le llamó más la atención: unas pequeñas cabritas saltando aquí y allá, llenas de energía y alegría.
"¡Mirá, Bicho! ¡Son tan divertidas!"
Luego, mientras observaban, una de las cabritas se acercó a ella y empezó a lamerle la mano.
"¡Esta cabrita me quiere!" exclamó Ana, llenándose de alegría.
Y Don Carlos, viéndola, comentó:
"Sí, esas cabritas son muy tiernas. ¿Te gustaría tener una? Pueden ser una buena adición para tu campo."
Ana Martina se puso a pensar. Aunque siempre había querido un caballo, las cabritas eran tan juguetonas que le hacían sonreír.
"¿Sabés qué, Don Carlos? Creo que me gustaría tener una cabrita en vez de un caballo."
Don Carlos asintió.
"¡Buenísimo! Pero recuerda que necesitarás cuidarla con amor y dedicación."
Ana Martina volvió a casa, entusiasmada con su nueva decisión. Su papá, al escucharla, le dijo:
"El cuidado de un animal no termina nunca, Ana. Compartiremos la tarea."
Ana, feliz, se puso a preparar su campo. Junto a su papá, hicieron un espacio para la cabrita, le compraron heno, un pequeño bebedero y un refugio, y al día siguiente regresaron al campo de Don Carlos.
"¿Puedo llevarme a una de las cabritas que vi ayer?" le preguntó.
"Claro, elige la que más te guste."
Ana corrió hacia las cabritas y eligió a la más traviesa, que tenía un pequeño manchón blanco en la cabeza.
"¡Te llamaré Chispita!" le dijo con una sonrisa, y Chispita, como si entendiera, saltó y corrió alrededor de ella.
A partir de ese día, Ana Martina y Chispita se hicieron inseparables. Cada día, Ana aprendía más sobre el cuidado de los animales. Pronto, también le enseñó a Clucky y a Nube a ser amigos de la cabrita. Juntos hacían que el campo fuese divertido y lleno de vida.
Con el tiempo, Ana se dio cuenta que lo más bonito de tener animales no era solo ser su dueña, sino el amor y la amistad que compartían. Desde entonces, cada vez que alguien le preguntaba sobre su sueño, decía:
"No hay mejor compañía que los animales que elijo cuidar."
Y así, a través de su esfuerzo, amor y dedicación, Ana Martina no solo cumplió su sueño de tener más animales, sino también encontró la verdadera felicidad en su campo con todos ellos y sus nuevos amigos.
Fin.
FIN.