El sueño de Antonio
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Números, un niño llamado Antonio. Desde muy chico, Antonio se había fascinado con los números y las matemáticas.
Siempre soñaba con ser maestro de matemáticas cuando fuera grande, para enseñar a otros niños todo lo que sabía sobre sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Sin embargo, en su familia todos eran amantes de los idiomas y la literatura.
Su mamá era profesora de español, su papá traductor de novelas extranjeras y su hermana mayor estaba estudiando para ser escritora. Siempre estaban rodeados de libros y palabras bonitas, pero a Antonio lo que realmente le apasionaban eran los números.
Un día, en la escuela, la maestra les pidió a todos los niños que escribieran sobre qué querían ser cuando fueran grandes. Antonio no dudó ni un segundo y escribió con letras grandes: "Quiero ser maestro de matemáticas".
Cuando llegó el momento de leer en voz alta lo que habían escrito, la maestra se sorprendió al ver la elección de Antonio. "¡Antonio quiere ser maestro de matemáticas!", exclamó la maestra sorprendida. Todos sus compañeros se rieron al enterarse del sueño de Antonio.
Algunos le decían que las matemáticas eran aburridas o difíciles, mientras otros simplemente no entendían por qué prefería los números antes que las palabras. Esa noche, durante la cena familiar, Antonio compartió emocionado su deseo de convertirse en maestro de matemáticas.
Sus padres intercambiaron miradas preocupadas y su hermana soltó una carcajada. "¿Por qué no sigues nuestros pasos y te dedicas a algo relacionado con idiomas o literatura? Son carreras más prestigiosas", sugirió su mamá.
Pero Antonio tenía claro lo que quería hacer en la vida y no iba a dejar que las opiniones de los demás lo detuvieran. Decidió buscar apoyo fuera de su familia e encontró ayuda en el viejo profesor jubilado don Matías.
Don Matías había sido durante muchos años el mejor profesor de matemáticas del pueblo y al enterarse del sueño de Antonio decidió ayudarlo a prepararse para alcanzar su objetivo.
Le enseñaba trucos para resolver problemas complicados, le contaba historias sobre grandes matemáticos del pasado e incluso organizaba pequeñas competencias entre los dos para motivarlo aún más. Con esfuerzo y dedicación, Antonio fue mejorando cada día más en matemáticas.
Se ganó el respeto de sus compañeros y demostró que los números podían ser tan divertidos como las palabras si se les daba una oportunidad. Finalmente llegó el día en que debía presentar un proyecto ante toda la escuela sobre su futuro profesional.
Antonio subió al escenario con seguridad y comenzó a hablar:"Cuando era chico todos me decían que las matemáticas eran aburridas o difíciles, pero gracias al apoyo incondicional del profesor don Matías descubrí mi verdadera pasión por los números. "Su discurso fue emotivo e inspirador.
Explicaba cómo había superado obstáculos y prejuicios para seguir sus sueños sin importar lo que dijeran los demás. Al finalizar recibió una ovación cerrada por parte de toda la escuela.
Desde ese día en adelante, Antonio se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo. Demostrando así que siempre vale la pena luchar por lo que uno ama hacer sin importar las opiniones negativas o dificultades en el camino.
FIN.