El Sueño de Antony



Soy Antony, y quiero contarte mi historia. Desde que tengo memoria, siempre he soñado con ser bailarín. Cada vez que escuchaba música, sentía un cosquilleo en mi corazón y unas ganas inmensas de moverme. En mi casa, al escuchar a mi mamá poner música, me transformaba en un torbellino de alegría. Por eso, un día, decidí dar el primer paso para lograr mi sueño.

Al día siguiente, con mis zapatillas más viejas y una sonrisa en la cara, me dirigí a la escuela de danza de mi barrio. Cuando llegué, vi a otros chicos bailando de maneras increíbles.

- Hola, soy Antony, quiero ser bailarín -les dije con entusiasmo.

- ¡Seguro! Pero la danza es muy difícil, vas a tener que trabajar duro. -respondió un chico más grande.

A pesar de que mis piernas temblaban un poco, no me dejé llevar por el miedo. Comencé a tomar clases, y cada día, sentía que mi cuerpo respondía un poco mejor a la música. Al principio, me costaba mucho. Caía al suelo y, a veces, sentía que no podía seguir adelante. Sin embargo, guardé mis lágrimas y me levanté una y otra vez. Mis profesores me decían que los errores eran parte del aprendizaje y que debía disfrutar cada momento.

Con el tiempo, mis esfuerzos comenzaron a dar frutos. Un día, cuando practicaba un nuevo paso, noté que mis amigos me miraban con admiración.

- ¡Antony, ¡lo hiciste! -gritó una de mis amigas.

- ¡Sí! ¡Puedo bailar! -respondí sonriendo.

La emoción me llenaba, pero no todo era fácil. Había días en los que sentía que todo iba mal.

- ¿Por qué no puedo concentrarme hoy? -me lamentaba mientras miraba al espejo.

Una tarde, después de una clase difícil, salí al parque con la cabeza agachada. Me sentía frustrado y pensaba en rendirme. De repente, encontré a una niña sentada en un banco, mirando un grupo de bailarines que ensayaban.

- ¿Te gustaría bailar con ellos? -me preguntó.

- No, ya no puedo. No soy lo suficientemente bueno. -le respondí con tristeza.

Ella, con una mirada sincera, me dijo:

- Pero tú ya hiciste muchos avances, Antony. Cada error es una oportunidad para mejorar. ¡Prueba de nuevo, y verás!

Sus palabras resonaron en mi corazón. Me di cuenta que la danza era mi pasión y que los obstáculos son parte del camino. Así que, llenándome de valentía, volví a la escuela de danza. Practiqué con más ganas que nunca, recordando siempre que cada caída era una oportunidad para levantarse.

Con el tiempo, mis esfuerzos valieron la pena. Participé en un concurso de baile y, para mi sorpresa, ¡gané! De allí en adelante, fui convocado a presentaciones y hasta viajé a otras ciudades para mostrar mis habilidades.

Hoy estoy en la cima, bailando ante miles de personas. Es un sueño hecho realidad. Sin embargo, nunca olvido mis comienzos y las enseñanzas que me llevaron hasta aquí. A todos aquellos que tienen un sueño, les digo:

- Nunca dejen de bailar, de soñar y de esforzarse. Aunque caigan, siempre levántense. Recuerden que la pasión y la perseverancia son clave para alcanzar sus metas. ¡Sigan adelante, no se rindan nunca!

Y así, mientras miro el escenario lleno de luces, agradezco cada esfuerzo y cada lágrima que derramé por este hermoso camino de la danza. ¡Bailar es vivir, y vivir es seguir soñando!

FIN.

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