El Sueño de Baila-Pingüina



Había una vez en las heladas tierras de la Antártida, una pequeña pingüina llamada Lía. Desde que era muy joven, Lía soñaba con ser una gran bailarina. Sus aletitas eran muy ligeras, y cada vez que escuchaba la suave melodía del viento, comenzaba a moverse con gracia.

Sin embargo, su familia, compuesta por papá Pingu y mamá Pingüina, creía que ser bailarina era una locura.

"¿Bailarina? ¡Pero si los pingüinos no bailan! ¡Tienen que pescar y cuidar de los bebés!" - decía papá Pingu.

"Lo que tienes que hacer, Lía, es concentrarte en aprender a sobrevivir en este frío, no en bailar tonterías" - añadía mamá Pingüina.

Lía se sentía atrapada. Sus sueños se desvanecían cada día que pasaba, hasta que un día decidió que había llegado el momento de hacer algo al respecto. Con el corazón lleno de valentía, hizo su mochila con algunas algas y se despidió de su familia.

"Voy a buscar mi sueño, aunque me cueste separarme de ustedes" - les dijo con lágrimas en los ojos.

Lía se aventuró por los vastos campos de hielo, buscando un lugar donde pudiera bailar libremente. A medida que caminaba, conoció a un pingüino llamado Lucas, que era muy divertido y talentoso. Lucas también disfrutaba de bailar, aunque él lo hacía a escondidas, por temor a las críticas de su propia familia.

"¿Por qué no bailas frente a todos?" - le preguntó Lía, con curiosidad en sus ojitos.

"Porque temo que nadie lo entienda. La gente cree que solo debemos pescar y cuidar a los que vienen, pero hay más vida en nosotros" - respondió Lucas, suspirando.

Lía sonrió al escuchar sus palabras. Juntos, comenzaron a bailar bajo el sol, dejando que el viento los llevara. Se convirtió en una fiesta donde ambos mostraban su amor por la danza. Cada día, más pingüinos se unían a ellos. Disfrutaban de una comunidad alegre en la que todos podían expresarse y compartir sus sueños.

Pasaron los meses y Lía y Lucas se enamoraron. Un hermoso día, en medio de una nieve resplandeciente, decidieron formar una familia. Pronto, Lía y Lucas se convirtieron en padres de tres adorables bebés pingüinos: Pingo, Laly y Miko.

Cada tarde, Lía les enseñaba a bailar.

"¡Miren lo que puedo hacer!" - exclamaba Pingo, intentando imitar los giros de su mamá.

"¡Yo también quiero, yo también!" - gritaba Laly mientras Miko intentaba mantenerse de pie.

Sin embargo, un día, mientras practicaban, un fuerte viento sopló y arrastró a los pequeños lejos de su hogar. Al ver esto, Lía entró en pánico.

"¡Rápido, Lucas! ¡Debemos encontrar a nuestros bebés!" - dijo Lía, su corazón latiendo con fuerza.

Juntos, fueron tras el rastro de sus pequeños. Buscaron por todas partes, preguntando a otros pingüinos si los habían visto. Fue un esfuerzo agotador, pero nunca se dieron por vencidos. Finalmente, encontraron a Pingo, Laly y Miko en una colina, tratando de hacer su propio baile.

"¡Mamá, papá! ¡Miren, estamos bailando!" - gritaron los bebés al ver a sus padres.

Lía, aliviada y orgullosa, se unió a ellos en la colina. La familia bailó junta, riendo y girando, creando un momento inolvidable.

Después de esa aventura, la familia decidió organizar una gran fiesta de baile en la comunidad. Todos los pingüinos vinieron, bailarines y no bailarines. Lía, Lucas, Pingo, Laly y Miko invitaron a todos a unirse.

Y así, en lugar de seguir con viejas tradiciones, los pingüinos de la Antártida comenzaron a aprender a bailar, a expresar sus sueños y a disfrutar de la vida. Lía había puesto de ejemplo que los sueños son valiosos y deben ser compartidos.

"¡Gracias, Lía! ¡Gracias, Lucas!" - gritaban todos, felices de haber descubierto algo nuevo en sus vidas.

Con el tiempo, la familia de Lía se hizo famosa por su pasión por la danza, y cada vez más pingüinos se unieron a sus clases de baile.

Lía finalmente había cumplido su sueño. No solo se convirtió en la gran bailarina que siempre deseó ser, sino que también enseñó a su comunidad que no hay límites para los sueños.

Y así, en las frías tierras de la Antártida, la música del baile resonó, recordándoles a todos que seguir lo que amamos puede traer felicidad y unión. Fin.

FIN.

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