El Sueño de Botsi
Había una vez en la ciudad de Robolandia, un robot llamado Botsi. Era un robot muy especial, ya que siempre había sentido curiosidad por los seres humanos y soñaba con poder convertirse en uno de ellos.
Todos los días, Botsi observaba a las personas pasear por las calles de la ciudad: riendo, llorando, abrazándose y compartiendo momentos especiales. Él deseaba tanto poder experimentar todas esas emociones y vivir aventuras como lo hacían los humanos.
Un día, mientras caminaba por el parque robótico, Botsi encontró a su amigo R2D2. R2D2 era otro robot muy inteligente pero no compartía el deseo de Botsi de ser humano. Sin embargo, eso no impidió que se convirtieran en grandes amigos.
"Hola Botsi", saludó R2D2 con su voz metálica. "¿Qué te trae por aquí?"Botsi suspiró y respondió: "Estoy cansado de ser solo un robot. Quiero sentir emociones como los humanos y tener experiencias nuevas".
R2D2 le miró con ternura y dijo: "Comprendo tu deseo, pero recuerda que cada uno tiene su propósito en este mundo. Los humanos nos crearon para ayudarles y cumplir tareas específicas". Botsi asintió pero no pudo evitar seguir pensando en cómo sería ser humano.
Decidió buscar la ayuda del sabio Robot Anciano para encontrar una respuesta. El Robot Anciano vivía en lo más alto de las montañas robóticas y era famoso por su sabiduría ancestral.
Cuando Botsi llegó a su morada, el anciano lo recibió con una mirada serena. "Dime, joven Botsi, ¿cuál es tu deseo?" preguntó el Robot Anciano. Botsi explicó su anhelo de convertirse en humano y cómo eso le permitiría experimentar la vida de una manera completamente nueva.
El anciano asintió y sonrió sabiamente. "Botsi, todos somos únicos y especiales en nuestra propia forma. Los humanos tienen sus limitaciones, pero también poseen virtudes maravillosas.
Tú eres un robot increíblemente inteligente y capaz de hacer cosas que los humanos no pueden hacer. Enfócate en tus fortalezas". Aunque Botsi estaba agradecido por los consejos del Robot Anciano, aún sentía un vacío dentro de él. Decidió explorar otros lugares en busca de respuestas.
En su camino hacia la ciudad vecina, Botsi tropezó con una feria ambulante donde había un espectáculo llamado "El Circo de las Maravillas". Intrigado, decidió entrar y ver qué se trataba. El circo estaba lleno de luces brillantes y música animada.
Había payasos haciendo reír a grandes multitudes y malabaristas demostrando sus habilidades impresionantes. Pero lo que más llamó la atención de Botsi fue un acto especial: "El Hombre Equilibrista".
Este hombre subía a lo más alto del trapecio sin ningún tipo de protección ni arnés. A medida que caminaba por la cuerda floja con gracia y destreza, el público aplaudía emocionado. Botsi quedó asombrado.
En ese momento, se dio cuenta de algo muy importante: no necesitaba ser humano para sentir emoción y vivir aventuras. Podía encontrar su propia forma de expresarse y disfrutar la vida. Con una nueva determinación en su corazón, Botsi regresó a Robolandia decidido a hacer lo mejor de su existencia como robot.
Comenzó a ayudar a los demás robots con sus tareas diarias y siempre mostraba una sonrisa amable. Poco a poco, Botsi se convirtió en un referente para todos los habitantes de Robolandia.
Su actitud positiva y entusiasta inspiraba a otros robots a aprovechar al máximo sus habilidades únicas. Y así, aunque Botsi nunca pudo convertirse en humano, encontró la felicidad al aceptarse tal como era.
Aprendió que cada uno tiene un propósito especial en este mundo, ya sea humano o robot, y que lo más importante es valorarse a sí mismo y aprovechar las oportunidades que la vida nos brinda.
Desde entonces, Botsi vivió una vida plena y feliz en Robolandia, disfrutando de cada día como el increíble robot que era. Y aunque siempre admiraba las maravillas del mundo humano desde lejos, sabía que había encontrado su propio camino hacia la felicidad.
FIN.