El sueño de Camila


Había una vez una niña llamada Camila, que a sus siete años ya sabía muy bien lo que quería ser cuando fuera grande: ¡veterinaria! Desde pequeña, siempre había sentido un amor especial por los animales y deseaba ayudarlos en todo momento.

Camila vivía en una pequeña ciudad junto a su mamá y su papá. Pero también tenía a alguien muy especial en su vida: su hermanita Delfina, quien apenas tenía un año de edad.

Aunque Delfina aún no podía hablar ni caminar, Camila sentía una conexión muy fuerte con ella y la cuidaba como si fuera su propia mascota. Un día soleado, mientras jugaban en el jardín de su casa, Camila vio algo que la dejó sorprendida.

Un pajarito había caído del nido y no podía volar. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él y lo tomó con mucho cuidado entre sus manos. "¡Mamá, papá! ¡Encontré un pajarito herido!", exclamó emocionada.

Sus padres se acercaron rápidamente para ver qué ocurría. Al ver al pajarito indefenso, decidieron llevarlo al veterinario para que le diera los cuidados necesarios. En el consultorio veterinario, Camila observaba atentamente cómo el doctor revisaba al pajarito y le daba medicina para sanarlo.

Ella estaba fascinada por todo lo que veía y decidió preguntarle al veterinario algunas cosas:"¿Cómo supiste qué medicina darle? ¿Cómo aprendiste tanto sobre animales?"El veterinario sonrió amablemente y le explicó a Camila que él había estudiado mucho tiempo para convertirse en veterinario.

Le contó sobre los libros que había leído, las clases que había tomado y la experiencia que había adquirido a lo largo de los años. Camila escuchaba con atención cada palabra del veterinario.

Desde ese momento, se prometió a sí misma que también estudiaría mucho para poder ayudar a los animales como él lo hacía.

A partir de ese día, Camila comenzó a leer todos los libros sobre animales que encontraba en su casa y en la biblioteca de su ciudad. Aprendió sobre diferentes especies, sus hábitats y cómo cuidarlos adecuadamente. Un año después, cuando Delfina ya tenía dos años y Camila ocho, ocurrió algo inesperado.

Su mamá trajo a casa un pequeño gatito abandonado al cual llamaron Luna. El gatito estaba muy débil y necesitaba urgentemente ayuda. Camila recordó todo lo que había aprendido hasta el momento y decidió ponerlo en práctica.

Cuidó del gatito con paciencia y amor, dándole comida especial para fortalecerlo y bañándolo para mantenerlo limpio. Poco a poco, Luna fue recuperando fuerzas gracias al cariño y dedicación de Camila. La niña estaba feliz de ver cómo su esfuerzo daba resultados positivos.

Con el paso del tiempo, Camila continuó estudiando arduamente para cumplir su sueño de ser veterinaria. Participaba en charlas educativas sobre animales e incluso visitaba granjas locales para aprender más sobre ellos.

Cuando finalmente llegó el día tan esperado de comenzar la escuela secundaria, Camila sabía exactamente qué quería estudiar. Se matriculó en una escuela especializada en ciencias naturales y veterinaria, donde pudo aprender aún más sobre los animales y su cuidado.

A medida que los años pasaban, Camila se convirtió en una veterinaria muy exitosa y reconocida. Ayudaba a todo tipo de animales, grandes y pequeños, desde perros y gatos hasta elefantes y jirafas. Pero a pesar de su éxito profesional, nunca olvidó el amor que sentía por su hermana Delfina.

Siempre encontraba tiempo para jugar con ella, enseñarle cosas nuevas sobre los animales y cuidarla como si fuera la mascota más preciada. Camila demostró que con valentía, perseverancia y mucho amor por lo que uno hace, cualquier sueño puede hacerse realidad.

Y así fue como la niña curiosa se convirtió en una gran veterinaria capaz de ayudar a todos los animales que llegaban a su consulta. Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

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