El Sueño de Celeste
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos de flores, una niña llamada Celeste. Desde que tenía memoria, Celeste se había apasionado por el baile. Todos los días, al volver de la escuela, corría hacia su habitación, ponía su música favorita y se lanzaba a girar, saltar y deslizarse por el suelo.
Un día, mientras practicaba sus movimientos frente al espejo, su amiga Valentina entró en la habitación con una mirada decidida.
"¡Celeste! ¡Tienes que inscribirte en el concurso de danza de la ciudad!" - exclamó Valentina, con voz llena de entusiasmo.
"Pero... yo nunca he bailado frente a tantas personas. ¿Y si cometo un error?" - respondió Celeste, un poco dudosa.
Valentina sonrió y le dijo:
"Eso no importa. Lo importante es que te diviertas y muestres lo que amas. ¡Vamos, inscribámonos juntas!"
Animada por el coraje de su amiga, Celeste decidió dar el paso. Se inscribieron en el concurso y comenzaron a ensayar diariamente. Las semanas pasaron volando, y aunque Celeste se esforzaba, a veces sentía nerviosismo y miedo de no hacerlo bien.
Una tarde, mientras estaban practicando en el parque, una mujer mayor se acercó y les dijo:
"Chicas, se les ve el alma en el baile. La danza no es solo una coreografía, es expresar lo que llevamos dentro. ¡No se olviden de disfrutarlo!"
Esas palabras resonaron en el corazón de Celeste. Recordó por qué amaba bailar: no solo para impresionar, sino para expresar su alegría y emoción.
Con renovada confianza, continuaron ensayando juntos. Sin embargo, justo una semana antes del concurso, Valentina se lastimó el tobillo mientras brincaba.
"Oh no, Valentina... ¿qué vamos a hacer? No puedo bailar sin ti" - dijo Celeste con preocupación.
"No te preocupes, Celeste. ¡Tú puedes hacerlo! Solo recuerda lo que aprendiste. ¡No necesitas a nadie más!" - animó Valentina, a pesar de su dolor.
Celeste sintió la presión, pero recordó la sabiduría de la mujer en el parque. Decidió que, en lugar de rendirse, usaría la oportunidad para brillar por ambas. Practicó más que nunca y llegó el día del concurso.
El lugar estaba lleno de gente, y Celeste miró a su alrededor, sintiendo los nervios crecer. Pero antes de salir al escenario, recordó la danza que había hecho tantas veces en su habitación. Con un profundo aliento, se dirigió al escenario.
El público la miraba expectante. La música empezó a sonar y Celeste dejó que su cuerpo hablara. Se movía como una hoja en el viento, llena de gracia y alegría. Cada giro y salto reflejaban su amor por el baile. En medio de su actuación, de repente, recordó a su amiga Valentina y sonrió. Se dio cuenta de que no estaba sola, llevaba consigo a todas las personas que habían creído en ella.
Cuando terminó su actuación, el público estalló en aplausos. Celeste se sintió en la cima del mundo. La sensación de haber enfrentado sus miedos y haber bailado con el corazón era más grande que cualquier premio que pudiera ganar.
Al final del concurso, Celeste fue reconocida con un trofeo especial por ser la más destacada en expresar la emoción a través del baile.
Mientras sostenía el trofeo, vio a Valentina en la primera fila sonriendo y aplaudiendo.
"Lo hiciste, Celeste. ¡Estoy tan orgullosa de vos!" - gritó Valentina, llena de lágrimas de felicidad.
Celeste comprendió que el verdadero triunfo no era el trofeo, sino haber hecho lo que amaba y compartirlo con aquellos que la apoyaban. Esa noche, con su trofeo en mano y su corazón lleno de felicidad, prometió no solo seguir bailando, sino también animar a otros a hacer lo mismo.
Y así, a partir de ese día, Celeste no solo fue una gran bailarina, sino también una inspiradora para todos en el pueblo. Cada vez que alguien dudaba de sí mismo, Celeste estaba allí, lista para recordarles que la danza de la vida se trata de disfrutar cada paso con pasión y alegría.
FIN.