El Sueño de Clara



Clara era una niña de diez años que vivía en una pequeña aldea rodeada de verdes campos y montañas. Desde que sus padres la habían dejado al cuidado de sus abuelos, Clara se había visto atrapada en un mundo de trabajos duros y agotadores. Sus abuelos, aunque la querían, siempre insistían en que ayudara con los cultivos y el pastoreo de las ovejas, y nunca encontraba tiempo para estudiar.

Un día, mientras pastoreaba las ovejas, Clara miró hacia el horizonte y vio una escuela. En su corazón, deseaba con todas sus fuerzas poder aprender a leer y a escribir, pero sus abuelos no le permitían. Clara se sentía triste y atrapada.

-Los libros deben estar llenos de aventuras -pensó-. Si tan solo pudiera leer uno.

Ella decidió que ya no podía seguir así. Esa noche, Clara se sentó en su cama, iluminada por la suave luz de la luna, y escribió una carta para sus abuelos:

-Buenas noches, abuelos. Sé que me quieren, pero necesito escapar de estos trabajos. Quiero aprender, quiero soñar. Mañana a la mañana me iré a buscar una nueva vida.

A la mañana siguiente, con el corazón latiendo de emoción y miedo, Clara se despidió rápidamente de sus abuelos.

-¿A dónde vas, Clara? -preguntó su abuelo con preocupación.

-Quiero buscar un sueño, abuelo. -respondió ella con determinación.

Y así, Clara comenzó su aventura. Caminó durante horas, pasando por campos llenos de flores y ríos que cantaban. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era tan fácil salir de su antiguo mundo. Al anochecer, se sintió cansada y, lo que era peor, no sabía adónde ir. Justo cuando estaba a punto de rendirse, escuchó risas provenientes de un pequeño grupo de niños que jugaban en un claro.

Se acercó, y con un poco de vergüenza, les preguntó:

-¿Puedo jugar con ustedes?

Los niños la miraron con curiosidad.

-Somos de la escuela. Estamos jugando al aire libre porque hoy no hay clases -dijo una niña de cabello rizado.

Clara sintió una mezcla de emociones. ¿Qué era eso de la escuela? Durante días, había soñado con estudiar, y ahora parecía que el destino le estaba dando una oportunidad. Se unió al grupo y se divirtió como nunca, olvidando por un momento su triste realidad.

Mientras jugaban, Clara se hizo amiga de una niña llamada Sofía, quien era muy despierta y le contó sobre lo que aprendían en la escuela.

-Clara, tú deberías venir a nuestra escuela. -sugirió Sofía.

Esa noche, después de jugar, Clara no podía dormir. En su mente, daba vueltas la idea de ir a la escuela y aprender a leer y escribir. En medio de sus pensamientos, se decidió: hablaría con sus abuelos y les pediría que le permitieran asistir a la escuela.

Al día siguiente, Clara regresó a su hogar, cansada pero emocionada. Con firmeza, se acercó a sus abuelos, quienes estaban trabajando en el jardín.

-Abuelo, abuela… yo quiero ir a la escuela. -dijo Clara con voz temblorosa.

Los abuelos la miraron sorprendidos.

-¿Pero Clara, y las ovejas? Y… ¿quién hará los cultivos? -interrogó la abuela.

Clara respiró hondo y explicó:

-Estoy deseando aprender. Puedo ayudar después de la escuela, y podré hacer mucho más si sé leer y escribir.

Los abuelos se miraron, pensativos. Finalmente, el abuelo habló:

-Bien, Clara, si eso es lo que realmente deseas... Puedes ir a la escuela, pero debes prometer que ayudarás después de clase.

Clara sonrió, su corazón estaba lleno de alegría.

-¡Prometo que ayudaré! Gracias, Abuelo, gracias, Abuela.

Y así, Clara comenzó a asistir a la escuela. Aprendió a leer, a escribir, y se hizo amiga de muchos niños. Descubrió que la educación era un poder. Con el tiempo, sus abuelos también se dieron cuenta de que el esfuerzo de Clara estaba dando frutos, y eso los hizo muy felices.

Clara podía soñar y, sobre todo, podía hacer realidad esos sueños gracias a la educación. Ya no era solo la niña que pastoreaba ovejas; ahora era una niña con metas, con el poder de cambiar su destino.

La historia de Clara, de cómo se atrevió a seguir sus deseos, se convirtió en una inspiración para otros niños de la aldea, quienes también empezaron a soñar con un futuro lleno de oportunidades.

Porque a veces, seguir el sendero de nuestros sueños es la clave para encontrar la felicidad.

FIN.

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