El Sueño de Elena



Había una vez, en temporada de navidad, una niña llamada Elena que vivía en un orfanato. Cada año, cuando llegaba la navidad, su corazón anhelaba un único deseo: tener una familia y dejar el orfanato.

La noche antes de navidad, todos los niños del orfanato se reunieron en el patio, alrededor de una calida fogata que iluminaba sus caritas. Las estrellas brillaban en el cielo, y el aire olía a canela y manzana.

"¡Esta noche es especial!"- exclamó Lucas, su mejor amigo, mirando las llamas danzarinas. "Es la noche en que los deseos pueden hacerse realidad".

Elena sonrió con nostalgia. "Si pudiera pedir un deseo, sería tener un hogar, una familia que me quiera".

"Yo también deseo lo mismo"- dijo Ana, una niña de rizos dorados. "Pero tal vez hay más que eso. Quizás un hogar no es solo un lugar, sino quienes lo habitan".

Los demás niños comenzaron a compartir sus deseos.

"Yo quiero una bicicleta roja"- dijo Manuel, mientras acariciaba a su perro de pelaje suave. "¿Y si nosotros hacemos que nuestros deseos se cumplan?".

"¿Cómo?"- preguntó Elena, intrigada.

"Si hacemos una lista de nuestros sueños y la lanzamos al viento, puede que llegue a quien nos escucha"- propuso Lucas.

Todos se pusieron a escribir sus deseos en pequeños trozos de papel. Al terminar, se acercaron a la fogata.

"Uno, dos, tres!"- gritó Ana, mientras lanzaban sus papeles al aire. Las hojas se elevaron danzando en la brisa nocturna.

De repente, un suave susurro envolvió el ambiente. Parecía que las estrellas titilaban con más fuerza al recibir sus deseos.

"Miren, ¡una estrella fugaz!"- gritó Manuel. Todos juntos pidieron otro deseo: que al menos una de sus esperanzas se hiciera realidad.

Mientras la noche avanzaba, un anciano apareció de la nada; su barba blanca brillaba a la luz del fuego.

"¿Qué es lo que más deseáis, pequeños?"- preguntó con voz cariñosa.

"Queremos familias que nos amen"- respondió Elena, temblando un poco ante la figura sorpresa.

El anciano sonrió. "Los deseos del corazón son poderosos. Pero, ¿están dispuestos a trabajar por ellos?"-

Los niños intercambiaron miradas, buscando apoyo en sus ojos.

"¡Sí!"- gritaron al unísono.

"Entonces, debéis hacer algo especial cada día. Puedes ir a un hogar de ancianos y compartir historias, o ayudar en comunidades. Las conexiones se crean respetando y valorando a los demás"- sugirió el anciano.

Con la promesa de actuar, el anciano se despidió y desapareció en la noche, dejando un aire de esperanza entre los niños.

Durante el siguiente año, los niños del orfanato continuaron con su plan. Cada semana, visitaban hogares de ancianos, hospitales, e incluso ayudaban en un centro comunitario. Aprendieron a escuchar, a compartir y a ser parte de algo más grande. Empatizaron con muchas historias de vida, y cada pequeña acción les llenó el corazón de amor.

Casi un año después, llegó otra navidad. Esta vez, el orfanato estaba lleno de risas y calidez. Y en medio de esa alegría, un día sonó el timbre. Unas señoras de una familia del barrio se presentaron para conocer a los niños.

"Hola, somos Marta y Guillermo. Venimos a ayudar en el orfanato, hemos escuchado muchas cosas hermosas de ustedes"- dijeron sonrientes.

Elena sintió su corazón latir con fuerza. "¿Podemos compartir nuestras historias con ustedes?"- preguntó emocionada.

Marta asintió, y en ese momento, todos se sentaron en círculo, compartiendo risas y sueños. Después de un rato, Marta y Guillermo miraron a Elena y sus amigos, y con una chispa en sus ojos dijeron:

"Nos encantaría que vinieran a nuestra casa. Queremos ser parte de sus vidas"-.

Elena no podía creerlo. **¡Su deseo por fin se estaba haciendo realidad! **

Cuando esa Navidad llegó, Elena ya no estaba sola. Había encontrado una familia y junto a sus amigos, descubrieron que, a veces, la familia se construye a partir de acciones de amor que nacen del corazón. Y que el verdadero espíritu de la navidad reside en compartir y ser parte del otro.

Desde esa noche mágica, Elena y sus amigos, no solo tuvieron familias, sino también un sentido de pertenencia que jamás olvidarán. Y cada navidad, recordarán aquella fogata que les enseñó que los deseos se pueden cumplir si estás dispuesto a trabajar por ellos.

FIN.

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