El Sueño de Enaitz



En un pequeño barrio de Bilbao, vivía un niño llamado Enaitz. Desde que tenía uso de razón, se pasaba las tardes jugando al fútbol con sus amigos en el parque del barrio. Era un apasionado del deporte rey y tenía un corazón rojiblanco, ya que era hincha del Athletic Club. Pero había algo más que lo hacía soñar más que nada: su jugador favorito, Lionel Messi.

Un día, mientras jugaba en el parque, Enaitz decidió que quería ser un gran futbolista, igual que Messi. Se acercó a su amigo Tomás y le dijo:

"¡Tomás! ¡Voy a ganar la liga y voy a meter un gol como Messi!"

"¿De verdad, Enaitz? ¡Eso es un sueño gigante!"

"Sí, ¡y voy a entrenar duro para lograrlo!"

Con el apoyo de sus amigos, Enaitz comenzó su entrenamiento. Se levantaba temprano, practicaba tiros en la portería y estudiaba los movimientos de Messi en videos.

Un día, Enaitz tuvo una idea. Decidió llevar su pasión al siguiente nivel, así que organizó un torneo de fútbol en su barrio.

"¡Hola a todos!"

"Voy a hacer un torneo de fútbol. ¡El que gane tendrá la oportunidad de entrenar con un futbolista profesional!"

"¡Genial! ¿Y quién será el futbolista?" preguntó su amiga Clara.

"¡No lo sé aún, pero lo averiguaremos!"

Todos los niños se emocionaron, y la competencia comenzó. Pero algo inesperado ocurrió. Durante los partidos, un grupo de niños, que eran más grandes y fuertes, comenzaron a burlarse de Enaitz y sus amigos.

"¿Por qué juegan con esas camisetas tan viejas? ¿Creen que pueden ganar?" se rió uno de los chicos más grandes llamado Jorge.

Enaitz se sintió un poco triste y dudó por un momento, pero recordando a Messi, quién nunca se rindió, decidió seguir adelante.

"¡No importa lo que digan! ¡Vamos a dar lo mejor de nosotros!"

"Sí, vamos!" gritaron sus amigos.

El torneo continuó y Enaitz se esforzó al máximo. Cada gol que anotó lo hacía sentirse más cerca de su sueño. Sin embargo, un día, durante un partido crucial, se torció el tobillo y cayó al suelo.

Sus amigos corrieron a ayudarlo, y Tomás le dijo:

"¡No te preocupes, Enaitz! ¡Puedes seguir!"

Pero Enaitz miró su tobillo, adolorido, y sintió que su sueño se desvanecía.

"¿Y si no puedo jugar más?"

"No, no digas eso. Lo importante es que nunca te rindas," le respondió Clara.

Con el apoyo y palabras de aliento de sus amigos, Enaitz decidió que no iba a dejar que una caída lo desanimara. Se recuperó y volvió a entrenar, mejor que nunca. El día del torneo final se acercaba, y él quería darlo todo.

Finalmente, llegó el gran día. La final sería contra el mismo equipo que se había burlado de ellos. Enaitz estaba nervioso, pero recordaba las jugadas de Messi. Durante el partido, cuando el marcador estaba empatado 1-1, el balón llegó a sus pies en el minuto final.

"¡Vamos, Enaitz, puedes hacerlo!" gritaron sus amigos desde la línea de banda.

Con determinación, se acordó de todos sus entrenamientos y de su jugador favorito. Enaitz dribló a dos de los defensores, se acercó a la portería y, con un gran golpe, ¡la pelota se fue al fondo de la red!"¡Gol! ¡Gol! ¡Gol!" gritó toda la gente, y sus amigos lo abrazaron.

a era el momento culminante; habían ganado el torneo. Pero lo más importante, Enaitz había aprendido que su esfuerzo y perseverancia podían llevarlo lejos, y que el verdadero triunfo no estaba solo en ganar, sino en no rendirse, sin importar las dificultades.

Después del torneo, el dueño de una pequeña escuela de fútbol se acercó a Enaitz,

"¡Felicitaciones! Me encantaría que te unieras a mi escuela. Tienes un gran talento."

"¿De verdad? Pero soy solo un niño."

"Exactamente, y con práctica puedes ser tan grande como Messi."

Enaitz brilló de felicidad:

"¡Sí, sí quiero!"

Así fue como Enaitz no solo cumplió su sueño de jugar mejor al fútbol, sino que en el camino aprendió el valor de la amistad, la perseverancia y la pasión. Y, aunque no se había convertido en Messi, descubrió que cada gol y cada partido era en sí mismo un paso hacia un futuro lleno de posibilidades y maravillas.

A la tarde siguiente, mientras practicaba en el campo, miró al horizonte y sonrió, porque sabía que estaba cada vez más cerca de su sueño. Su historia apenas comenzaba, y su amor por el fútbol nunca dejaría de brillar como el sol que lo iluminaba cada día.

FIN.

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