El Sueño de Endrick
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Endrick Defoe. Endrick no tenía mucho, pero sí una gran pasión: el fútbol. Pasaba horas pateando la pelota en la calle de tierra, rodeado de sus amigos, quienes también soñaban con ser grandes jugadores alguna vez.
Un día, mientras jugaban, uno de sus amigos, Lucas, le dijo:
- ‘Endrick, si seguimos practicando, algún día vamos a jugar en la selección.’
- ‘Sí, pero necesitamos entrenar más duro y no rendirnos nunca’, respondió Endrick, con una sonrisa en su rostro.
Endrick ayudaba a su mamá en el mercado antes de ir a la escuela. Su madre, Doña Ana, siempre le decía:
- ‘Hijo, lo más importante es que no te olvides de estudiar y ser una buena persona. El fútbol puede esperar.’
- ‘Lo sé, mamá. Pero el fútbol es mi sueño.’
Con el tiempo, Endrick se dio cuenta de que para alcanzar su sueño debía esforzarse. Así que, mientras ayudaba en el mercado, se guardaba una pequeña parte de su dinero para comprar pelotas. Aunque eran baratas, las pelotas no eran fáciles de conseguir con pocos recursos. Sin embargo, su determinación lo llevaba a practicar cada día más.
Un sábado, Endrick y sus amigos jugaron un partido con otro grupo del barrio. Era un encuentro intenso y, aunque comenzaron perdiendo 2-0, algo cambió en ese momento. Endrick recordó las palabras de su mamá:
- ‘Nunca te rindas.’
Con esfuerzo y trabajo en equipo, lograron empatar y, al final, ganar el partido 3-2. Todos gritaban de alegría, y Endrick supo que esos pequeños triunfos lo acercaban a su sueño.
Un día, después de un buen partido, un hombre se acercó a ellos. Era un cazatalentos llamado Don Carlos.
- ‘Chicos, los vi jugar. Tienen mucho potencial. Me gustaría llevar a algunos de ustedes a probarse en una academia de fútbol.’
Todos se miraron emocionados, y Endrick, sin poder contenerse, exclamó:
- ‘¡Yo quiero! ¡Quiero probarme! ’
- ‘Nada garantiza que serás seleccionado, pero tu pasión es admirable’, dijo Don Carlos, sonriendo.
Luego de semanas de entrenamientos y esfuerzos, la oportunidad llegó. Endrick se presentó en la academia, más nervioso que nunca. Allí se encontró con jóvenes de todos lados, cada uno con el mismo sueño. Sobrepasando sus miedos, dio lo mejor de sí y, al final, fue seleccionado.
- ‘¡Lo logré! ’, gritó, mientras sus compañeros lo abrazaban.
Los años pasaron, y Endrick siguió creciendo no solo como jugador, sino también como persona. Cada vez que llegaba a casa después de un partido, Doña Ana lo recibía con un abrazo fuerte:
- ‘Estoy tan orgullosa de vos, hijo.’
- ‘Gracias, mamá. Pero esto recién empieza.’
Endrick llegó a jugar en equipos importantes, ganando campeonatos y respetando siempre a quienes lo ayudaron en su camino. Al llegar a la selección nacional, se sintió en la cima del mundo. Finalmente, llegó el gran día: la final de la Copa del Mundo.
- ‘Este es el partido de nuestras vidas’, le dijo a su compañero Marcos en el vestuario.
- ‘Sí, vamos a darlo todo, por nosotros y por nuestra familia.’
El partido fue difícil. Los rivales eran fuertes, pero Endrick lo dio todo. Al minuto final, con un gol espectacular, aseguraron la victoria. El estadio estalló en gritos de alegría y el sueño de Endrick se volvió realidad.
- ‘¡¡Campeones del Mundo! ! ’ gritó la multitud mientras él caía de rodillas, llorando de felicidad.
En la ceremonia de premiación, Endrick levantó la copa y, con lágrimas en los ojos, miró a la multitud:
- ‘Esto no es solo mío. Este es un triunfo para todos los que creen en sus sueños, para mis compañeros y para mi mamá. Nunca dejen de luchar.’
Desde ese día, Endrick Defoe no solo se convirtió en un ícono del fútbol, sino en un modelo a seguir para aquellos que, como él, comenzaron desde abajo. Su historia les enseñó a todos que, con esfuerzo, dedicación y amor, los sueños se pueden hacer realidad.
FIN.