El Sueño de Enilia



Era un día especial para Enilia, porque hoy cumplía 6 años. Con su pelo rizado y su sonrisa brillante, miraba al parque del conjunto residencial. Sabía que ese día empezaría a dar un paso más hacia su sueño: ser campeona mundial de patinaje en línea.

– ¡Feliz cumpleaños, Enilia! – gritó Nana, mientras llegaba con un colorido sombrero de fiesta.

– ¡Gracias, Nana! ¡No puedo esperar para patinar! – respondió Enilia, emocionada.

Sus amigos Jaco y Analú se unieron a ellas, todos con sus patines puestos. Juntos, se lanzaron al asfalto, donde el viento les soplaba en la cara y hacía que todo se sintiera posible.

– ¡A mil por hora! – gritó Jaco, mientras se deslizaban por la pista.

– ¡Voy a ser campeona mundial, y no se lo voy a contar a nadie! – exclamó Enilia, mientras avanzaba rápidamente.

– Pero al concurso de la ciudad sí tenés que ir, ¡todos te apoyaremos! – dijo Analú, haciendo una pirueta.

A Enilia le gustaba la idea. Allá afuera, sería la oportunidad perfecta de mostrar su talento. El concurso sería el próximo mes, y la preparación comenzó de inmediato. Con su mamita Camila al lado, Enilia entrenó duramente todos los días después del jardín de infantes.

– Mami, ¡hoy quiero practicar los giros! – pidió Enilia, mientras tomaba unos sorbos de su agua.

– ¡Claro, corazón! Recuerda, lo más importante es disfrutar mientras aprendes – respondió Camila con una sonrisa.

Las horas pasaron volando, y aunque Enilia enfrentaba algunas caídas, siempre se levantaba, llena de determinación. Pero, un día, algo inesperado sucedió. Mientras entrenaban, Jaco se cayó y se lastimó un poco.

– ¡Ay! Creo que me torcí el tobillo... – se quejó Jaco, sentándose.

– No te preocupes, Jaco. Vamos a ayudarte – dijo Analú, mientras Nana buscaba a algún adulto.

Camila llegó rápidamente y calmó a los chicos.

– Jaco, ¿te gustaría que te llevemos al médico? – preguntó, amablemente.

Jaco asintió, un poco nervioso. Enilia miró a su amigo y sintió que su corazón se apretaba.

– No puedo dejar que Jaco se sienta solo en esto. Mami, ¿puedo quedarme a su lado mientras lo atienden? – pidió Enilia.

– Por supuesto, cariño. La amistad es importante – contestó Camila.

Enilia se sentó junto a Jaco, sosteniéndole la mano.

– ¡No te preocupes! Vas a volver a patinar en poco tiempo. Siempre estuviste a mi lado, ¡y ahora yo estaré a tu lado! – lo animó Enilia.

Jaco sonrió, sintiéndose mejor. Al día siguiente, el sol iluminaba el parque, donde Jaco logró regresar, pero con un vendaje en el tobillo.

– ¡Mirá, estoy de vuelta! – exclamó, aplaudiendo.

– ¡Eso es! Jaco, ¡festejamos que estás bien! – gritó Enilia mientras giraban en círculos alrededor de él.

Con cada nuevo día de entrenamiento, Enilia se dio cuenta de que había algo que valía más que ser campeona: la amistad, el apoyo en los momentos difíciles y cómo los sueños se hacen más brillantes cuando se comparten.

El gran día llegó: el concurso de la ciudad.

– ¡Llegamos! ¡Es nuestro momento! – dijo Analú, mirando la pista donde competían.

– Nunca olvidaré lo ansiosa que estoy... – pensó Enilia mientras miraba a su mamita desde el lado.

Y así fue como, al llegar su turno, Enilia se deslizó por la pista. Hizo giros, saltos y demostró todo su entrenamiento. Cuando terminó, el público aplaudió con entusiasmo.

– ¡Sos increíble, Enilia! – gritó Nana desde la tribuna.

Aunque no ganó el primer premio, Enilia se sintió como una campeona. Al final, todos se reunieron para abrazarla.

– Estoy tan orgullosa de vos, Enilia – le dijo Camila, emocionada.

– Gracias, mami. Aprendí que el verdadero triunfo es disfrutar cada momento con mis amigos. Y sé que algún día seré campeona mundial – respondió Enilia con determinación.

Esa noche, al soplar las velitas de su pastel de cumpleaños, Enilia pidió un deseo.

– Espero seguir entrenando siempre con mis amigos y con mi mami, porque juntos podemos alcanzar cualquier sueño. – cerró los ojos, con una sonrisa en su rostro.

Y así, con su madre y amigos a su lado, Enilia siguió persiguiendo su sueño, patinando y disfrutando de cada aventura. La historia no se detuvo allí, sino que apenas comenzaba.

FIN.

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