El Sueño de Erika
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Erika. Desde que era muy pequeña, soñaba con ser profesora. Cada vez que veía a su maestra ense��ar, sentía una chispa de emoción en su corazón. Erika pasaba horas en su habitación, organizando su propio salón de clases con muñecas y peluches como estudiantes.
Una tarde, mientras ella preparaba una clase sobre los planetas, su mamá entró en la habitación.
"¿Qué estás haciendo, Erika?" - preguntó su mamá con curiosidad.
"Estoy enseñando sobre el espacio a mis alumnos. ¡Mira, este es Júpiter y aquel es Marte!" - respondió Erika emocionada.
"¡Qué lindo! Soñar con ser profesora es maravilloso. ¿Sabías que para lograrlo vas a tener que estudiar mucho?" - le dijo su mamá.
"¡Sí! Pero estoy lista. Solo quiero que mis alumnos aprendan y se diviertan como yo lo hago ahora" - afirmó Erika con determinación.
Un día, Erika decidió llevar a cabo su primera 'clase real'. Invitó a sus amigos del barrio a su casa. Preparó una pizarra con papel y lápices, y los hizo sentar en círculo alrededor de ella.
"¡Hola, chicos! Bienvenidos a mi clase de matemáticas. Hoy aprenderemos a sumar..." - comenzó Erika, entusiasmada.
Pero cuando empezó a explicar, notó que algunos amigos se distraían, y un par de ellos incluso se empezaron a reír.
"¡Chicos! Por favor, escúchenme. Es importante aprender a sumar!" - pidió, intentando captar su atención.
"¿Para qué sirve sumar, Erika?" - preguntó Lucas, uno de sus amigos.
Erika se quedó un poco desorientada. No esperaba esa pregunta. Entonces, recordó la charla que había tenido con su mamá.
"¡Eso es! Sumar nos ayuda en la vida diaria. Por ejemplo, si tenemos tres manzanas y tu mamá te da dos más, ¿cuántas manzanas tenés en total?" - contestó, animando a sus amigos a interactuar.
A medida que los chicos empezaban a concentrarse y a intentar resolver ejemplos, todo parecía ir mejor. Sin embargo, una niña llamada Sofía, que solía ser muy callada, levantó la mano.
"Erika, yo no entiendo. ¿Podrías explicarlo de nuevo?" - dijo, con una mirada preocupada.
"¡Claro, Sofía! A veces es normal no entender algo a la primera. Vamos a resolverlo juntas. Si sumamos 1+1, ¿cuánto es?" - propuso Erika, sintiéndose más confiada.
Luego de aunar esfuerzos, pronto la clase se llenó de risas y pequeños aplausos. ¡Sus amigos estaban disfrutando de aprender! Justo cuando pensaban que todo iba bien, la puerta se abrió de golpe, y entró el perro de la vecina, dando vueltas por la habitación y ladrando.
"¡No, Gastón, no puedes estar aquí!" - gritó Erika, pero ya era muy tarde.
Los chicos comenzaron a reírse, y Erika, en lugar de enojarse, decidió darle un giro divertido a la situación.
"¡Parece que tenemos un nuevo alumno! ¿Qué les parece si le enseñamos a sumar también?" - sugirió, y todos comenzaron a jugar. Así, transformaron la lección en un rato de diversión.
Finalmente, al terminar la clase, todos estaban contentos y agradecidos.
"¡Erika, sos la mejor profesora!" - dijo Lucas, mientras se iban.
Sin embargo, esa noche, Erika no podía dejar de pensar sobre lo que había pasado. ¿Había sido realmente una buena profesora?
Al día siguiente, se encontró con su maestra en la escuela.
"Señorita Ana, tengo una pregunta. ¿Cree que ser profesora es fácil?" - preguntó Erika, un poco dudosa.
"Ser profesora puede ser un desafío, pero también es muy gratificante. A veces, los niños no entienden a la primera, pero eso es parte del proceso. Lo importante es nunca desistir y buscar nuevas maneras de enseñarle a cada uno." - explicó la maestra.
Erika sintió que su corazón se llenaba de esperanza. Recordó su experiencia enseñando a sus amigos y cómo había podido cambiar su enfoque cuando las cosas no iban bien. Comprendió que ser profesora no se trataba solo de tener el conocimiento, sino de cómo compartir ese conocimiento de maneras nuevas y divertidas.
Entonces, decidió seguir preparándose. Comenzó a leer más libros sobre enseñanza y a observar las clases de su maestra. Cada día se volvía más apasionada y decidida en su sueño de convertirse en profesora.
Al pasar los años, Erika nunca dejó de soñar, y un día, se dio cuenta de que había logrado su meta. Con cariño y dedicación, ahora era la profesora que siempre había querido ser, inspirando a otros a aprender con amor y alegría.
FIN.